domingo, 4 de enero de 2015

SOMOS IGUALES, PERO DISTINTOS


La libertad guiando al pueblo, obra de Eugéne Delacroix de 1830


Publicado en la página 27 de la sección de opinión del periódico La Provincia del domingo 4 de enero de 2015

Ha pasado otro año más y como todos los anteriores, hemos tenido la ocasión de compartir mesa con amigos, familiares, compañeros de trabajo y por suerte o por desgracia, en esas reuniones tenemos tiempo de todo, para reírnos, para el recuerdo, para felicitarnos, para fijar metas de cara al próximo año, para comentar las últimas noticias o las más llamativas que se han producido en España y el mundo en el año que va a terminar. Yo creo que en un porcentaje importante de esas reuniones, se habló de política, de la corrupción existente, o de los nacionalismos, amén de otros temas.

Lo cierto es que una vez analizado dichos encuentros y los temas que se hablaron, que están en la calle, y que en determinados casos pueden llegar a bronca, si alguno de los comensales se manifestaba comprensible con posturas que puedan compartir postulados de las regiones españolas que manifiestan su interés por buscar un camino fuera del establecido en nuestra constitución, y la tradición en la que hemos sido educados desde hace siglos. Ese eterno tema de los nacionalismos, siempre abierto en todos los corazones de los españoles desde hace ya mucho tiempo, y con soluciones muy complejas de aplicar para que la mayoría queden contentos, hay que sentarse y dejar de echarse órdagos los unos y los otros por el bien de todos. Hay que dejarse de victimismos y de bravuconerías, zanjemos de una vez este tema que parece como una espada de Damocles que está siempre ahí amenazándonos a todos.

En una entrevista realizada al historiador británico Paul Preston en el periódico El País por Amalia Castillo el domingo 28 de diciembre, con motivo de la presentación de su último libro El final de la guerra, manifestaba lo siguiente: “En España hay una tendencia a ver al que discrepa como enemigo y no tanto como persona con quien hay que debatir”. Sus palabras fueron el motivo de mi reflexión sobre el debate que tenemos en la actualidad sobre las autonomías y los nacionalismos y la forma que está repercutiendo en nuestra convivencia, con posturas extremas originadas por la obcecación de unos y de otros.

En el ámbito educativo siempre hacemos hincapié en educar en la diversidad y el pluralismo, en potenciar que todos somos iguales, pero también en que tenemos nuestras peculiaridades y debemos respetar al que piensa de forma distinta, o al que es diferente por su cultura, religión o sexo. Resulta que toda esa labor que se hace desde los centros educativos, no se ve reflejada en la sociedad de los adultos cuando se habla de temas tan críticos como es respetar las diferencias culturales y nacionales. Yo espero que las futuras generaciones sean más abiertas que todas las anteriores y actuales, que no han sabido ver realmente lo que nos unía más que lo que nos separaba, puesto que debemos sentirnos satisfechos de vivir en un país en donde existe tanta pluralidad de culturas, lenguas, tradiciones, que son motivo para sentirse orgulloso de ese patrimonio que es de todos y saber al mismo tiempo respetar ese acerbo, no como una señal que los aleja, sino como algo que nos une y nos hace sentirnos orgullosos.

Desde que se aprobó la Constitución Española en el año 1978 por todos los españoles, a lo largo de estos 37 años de democracia renovada, hay que decir que ese tiempo es insignificante si lo comparamos con toda nuestra historia, para querer ver una sociedad moderna, abierta, en donde todos los españoles nos podamos sentir orgullosos de todos y cada uno de los territorios que constituyen nuestra tierra, no se es mejor por ser de aquí o de allí, se es mejor persona por saber valorar las cosas que necesitan nuestro vecinos para seguir hacia adelante en la vida y máxime en estos momentos de crisis, que como decía nuestro rey Felipe VI en su primer mensaje de navidad: “es evidente que todos nos necesitamos. Formamos parte de un tronco común del que somos complementarios los unos de los otros, pero imprescindibles para el progreso de cada uno en particular y de todos en conjunto”

Tenemos muchas asignaturas pendientes en demasiados ámbitos de nuestra historia en este país, y sobre todo en estos últimos años desde que comenzó la transición sobre la forma de entender todos España. No voy a decir aquello que los vencedores de la guerra civil española proclamaban que “España era una unidad de destino en lo universal”, yo esto último, mucho, mucho no lo entendía cuando era joven y ahora tampoco, no porque no estuve en aquella contienda, sino porque sinceramente el contenido se me escapaba de entre los dedos y no tiene ningún sentido.

Vamos a pensar en alto, ¿Qué se ha estado haciendo hasta la fecha en aquellas Comunidades Autónomas que no son históricas para fomentar sus rasgos identitarios?, salvo la celebración de un día de la autonomía que es festivo, en los colegios les dicen a los niños que vayan vestidos con atuendos típicos, teniendo que llevar productos de la tierra y a lo mejor realizan algún deporte autóctono si lo hubiere. Potenciar nuestra industria y los productos elaborados en cada sitio es lo lógico en cualquier economía. ¿Y el resto del año? Nos podemos sentir orgullosos de vivir donde vivimos, de nuestras gentes y sus costumbres, de cómo se hacen determinadas cosas de forma distintas respecto a otros lugares del territorio nacional. Pero no existe ningún objetivo claro común, en el que se nos enseñe a valorar las distintas lenguas, culturas y tradiciones que hay en España como propias. Han pasado bastantes años desde que desapareció la dictadura que prohibía cualquier seña de identidad que no fuera la España nacional católica, y que en estas fechas todavía no hemos aprendido la lección de que juntos podremos remontar la adversidad, pero que mirándonos el ombligo permanentemente, seremos más nacionalistas, pero conseguiremos aislarnos del mundo y de la realidad.

Tenemos una deficiencia educativa desde hace muchos años sobre lo que significa el apego a un país y a una bandera, como ocurre en otras naciones con tradición democrática mucha más antigua que la nuestra, pues se ha manipulado tanto una cosa como la otra de forma interesada por formaciones políticas, sin tener en cuenta el daño que se estaba haciendo, pues la bandera es patrimonio de todos y la manera de entender España también. Nadie ha manifestado que debían educarnos para aprender a valorar nuestro acerbo territorial como un elemento de unión, de satisfacción general, no como un argumento para la separación, respetando y fomentando cada una de las peculiaridades. Todo lo que estamos padeciendo, es consecuencia de lo que hemos vivido y nos han enseñado a lo largo de todos estos años. Si existen estas posturas tan controvertidas en la forma de entender España, es que han sido propuestas y auspiciadas por el resentimiento en todos los ámbitos por personas interesadas que han utilizado ahora una crisis, como detonante para poner en funcionamiento una maquinaria de ruptura e intransigencia, que no sabemos realmente cual es su rumbo final.
El juramento de los Horacios obra de Jacques-Louis David de 1784