sábado, 5 de mayo de 2018

EL SÍNDROME “BURNOUT” EN EDUCACIÓN.

Cámara de los esposos en el Palacio Ducal de Mantua. Italia. Obra de Andrea Mantegna realizada entre los años 1465 y 1474.


Articulo publicado en las páginas 30 y 31 de la sección de Opinión del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria.


Nada es inmutable y los cambios están afectando a todos los ámbitos del mundo que nos está tocando vivir.
Pedimos modelos positivos que se deben imitar, exigimos a los responsables de educar a nuestros hijos en todos los campos de la sociedad, que pongan lo mejor de cada uno para preparar a las nuevas generaciones, pero también tenemos que ser conscientes que no todo el mundo ve lo mismo ante una misma situación y como consecuencia, tomamos medidas en unos casos acertadas y en otros equivocadas.
Dudamos tanto del criterio de los profesionales, que hasta en el futbol y el tenis se han tenido que tomar soluciones técnicas, por las equivocaciones de los árbitros, ¿y en el resto de las profesiones?, ¿qué ocurre con las actuaciones erróneas o inadecuadas de los médicos, jueces, fiscales, ingenieros, arquitectos, conductores, educadores, etc.?
No vale con un simple” lo siento, me equivoqué, no volverá a suceder” como nos dijo nuestro rey emérito.
Con cada profesión los errores humanos tienen consecuencias distintas, más o menos desastrosas para el resto de los seres que se vean afectados por sus decisiones o actuaciones.
Para evitar cometer equivocaciones, no es muy difícil decir a cada uno lo que tiene que hacer, si es capaz en primer lugar de reconocer y asumir los errores para erradicarlos, pero hay que decir que si existe algo común a todas las profesiones para evitar cometer desaciertos, indispensable es ser responsable en todas sus actuaciones, previendo las posibles consecuencias  de sus acciones y  eso conlleva por ejemplo en la profesión docente de una formación permanente, ponerte siempre en lugar del otro con una escucha activa, una atención individualizada tanto a los alumnos, como a las familias y compañeros, tener una actitud constructiva y positiva hacia los alumnos y por otro lado, tener la humildad necesaria para reconocer las limitaciones que tiene cada uno y si se le ofrece algo que no sabe desarrollarlo, derivarlo a quien lo sepa hacer, hasta que aprenda a realizarlo.
Cuando un docente se equivoca en el trabajo que realiza con los alumnos de forma inconsciente o por ignorancia es malo, peor es aquel profesor que siendo consciente de sus limitaciones como educador, continua su labor con los alumnos, eso es irreparable. Recuerdo el diálogo de la película Buscando a Forrester dirigida por Gus van Sant  cuando dice:” Hay profesores amargados o frustrados que pueden ser muy efectivos o muy peligrosos
Del mismo modo ocurre con aquellas familias que no saben o no quieren inculcar a sus hijos el afecto, los valores positivos, las habilidades sociales, el respeto hacia los demás y hacia sí mismo, marcar los límites propios de cada edad porque consideran que eso no es función de los padres, pero no se dan cuenta que todo ello son conductas y valores necesarios para poder desenvolverse los niños en los distintos entornos en los que tendrá que vivir.
Cuando nos entrará en la cabeza a todos, que la labor de los docentes es tan importante como la que deben hacer los padres en casa con sus hijos, de ahí la necesidad de tener una comunicación constructiva, directa, fluida y abierta entre ambos sin buscar culpables, ni reprimendas cuando se trate de sus hijos.
La pieza clave de todo está en la humildad constructiva de las personas que ejercen en todos los sectores relacionados con seres humanos , como ocurre en la educación de los alumnos, pero si además cada uno hace su trabajo correctamente y lo que le corresponde según el nivel de cercanía al niño, todo comienza a encauzarse. Hay cosas que corresponden a las familias de forma ineludible y otras a los docentes, no mezclemos por intereses puntuales en situaciones concretas las responsabilidades de cada uno.
Hoy en día todo el mundo presume ante cualquiera saber de educación y de deportes, inclusive más que los propios profesionales y encima lo expresan con prepotencia, que nunca es buena consejera, más bien lo contrario, quizás sea esa prepotencia una de las grandes culpables de las grandes equivocaciones en todos los aspectos de la vida, el “venir de sobrados por la vida” con aquella frase famosa: “que me vas a enseñar que no sepa yo”, desde el momento que eres capaz de pensarla, ya estás cometiendo un error y si además tienes las agallas de aplicarla, ya el calificativo sería como mínimo la decepción personal y profesional.
Yo no soy quien para decir lo que debe hacer un profesional de la docencia con la cantidad de situaciones puntuales que están surgiendo en las aulas con los alumnos y fuera de ellas con las familias. Sabemos lo que se ha logrado hasta la fecha, provocar una generación de profesores quemados por verse desamparados por la situación actual de inseguridad profesional, en la que no se sienten respaldados por las familias a las que se supone que están educando a sus hijos y que los docentes sienten, que hagan lo que hagan para que aprendan, no consiguen que sus alumnos alcancen las competencias y estándares de aprendizaje deseados para su edad, algunos docentes piensan que solo les falta vestirse de faralaes para conseguir su atención y conseguir los objetivos programados.
Los cambios tan drásticos que se han producido a lo largo de estos últimos 50 años en nuestro país han hecho que se transforme todo, en donde la globalización en el mundo, la incorporación de la mujer al mundo laboral, el acceso a internet, redes sociales, comunicaciones accesibles inmediatas de forma generalizada en todos los ámbitos y las nuevas tecnologías, están sentando las bases para entender una nueva forma de ver y entender a nuestra sociedad. Es asombroso como las decisiones que se puedan tomar en una parte del mundo, hacen cambiar al resto de los países en todos los ámbitos en el que nos desenvolvemos, seas o no de la misma área de influencia.
Conchas exóticas obra de Clara Peeters