jueves, 12 de diciembre de 2019

MOTIVACIÓN DE LOS ALUMNOS POR EL ESTUDIO O RUTINA PARA QUE APRUEBEN



Artículo publicado en las páginas 36 y 37 del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria el miércoles 11 de diciembre en la sección de opinión.


Resulta triste ver como personas jóvenes que se dedican a la docencia de adolescentes, tiran la toalla de forma inmediata, cuando comprueban que los resultados obtenidos por sus alumnos en las pruebas de su materia han sido muy malos.
Se hacen reflexiones finales sobre qué es lo que ha ocurrido para llegar a esos rendimientos tan negativos y lo primero que les viene a la cabeza es: “he hecho todo lo que sé hacer para motivarlos y que interioricen lo esencial y no lo consigo” quedándose con esa reflexión y la consecuencia inmediata de ello es, “pues no voy a sacar nada de estos alumnos, no trabajan en clase, no trabajan en casa, tienen otros intereses, las familias no colaboran, ni hacen seguimiento de sus hijos”, y lo más triste es que llegan a hacer en algunos casos un diagnóstico definitivo desde los primeros meses de curso, sentenciándolos a una repetición para junio del año siguiente.
Esta imagen del docente que se ha descrito da la impresión de que lo que estamos rememorando es de alguien que trabajaba hace 50 años impartiendo clases, sin medios, ni recursos suficientes para atender las peculiaridades de sus alumnos, dependiendo exclusivamente de su experiencia, conocimientos y buen hacer. Duele ver escrito en webs o en publicidad de centros educativos, como muchos se llenan la boca diciendo que realizan una enseñanza personalizada, atendiendo a cada uno según sus necesidades sin que eso sea cierto, entonces recuerdo aquello que dice que “el papel aguanta todo lo que le pongas” siendo la realidad del día a día muy distinta y es que tenemos que partir de lo que son, y asumir que los adolescentes hoy en día tienen otros intereses muy distintos a los contenidos que está explicando un profesor en cualquier aula de la ESO, puesto que los chicos no ven, o no hemos sido capaces de que vean una relación directa e inmediata de los conocimientos que se explican durante la clase, con su eterna realidad y la aplicación de los contenidos a su mundo, para poder transformarlo.
Hay que lograr captar el interés necesario de los alumnos para que aprendan, no solo para que aprueben, que, por otro lado, sería el deseo de muchos docentes, para que sus alumnos supieran responder a las preguntas que les hacen en los controles, y de esta manera consigan cubrir el expediente con el porcentaje de alumnos que aprueban su materia. Pero realmente ¿se ha comprobado que han aprendido algo de lo que queremos que interiorice?
En muchas ocasiones habrá que seleccionar objetivos para trabajarlos de la forma más adecuada y profunda en determinados cursos y no estar repitiéndolos constantemente a lo largo de los cursos.
Un docente, como cualquier otra profesión tiene la obligación de estar reciclándose en todos los aspectos relacionados con la profesión.
Un título universitario no da patente de corso para que se haga en el aula lo que cada uno considere, alegando libertad de cátedra.
Libertad de cátedra significa que la meta que cualquier docente debe alcanzar es estar en permanente formación, ya que nunca es suficiente para que nuestros alumnos aprendan.
Si queremos unas futuras generaciones preparadas, debemos cambiar muchas formas de trabajar con los alumnos y eso no significa que nos tengamos que vestir de faralaes, o que tengamos que aprobarlos a todos por asistir a clase, hay que buscar la forma entre familia y docentes de hacerles ver a los chicos, que el valor del esfuerzo y sacrificio personal son indispensables para conseguir lo que se desea, y que sin estudio y dedicación no se consigue nada.
Pero ¿se ha enseñado a los niños a valorar el esfuerzo y trabajo personal para conseguir unos objetivos? Hay que decir que en esta sociedad hedonista e inmediata que nos está tocando vivir, está resultando muy complicado que las familias apoyen a los centros educativos la exigencia por el cumplimiento de unas normas mínimas para el desarrollo de cualquier actividad, pues dicen que no quieren ver a sus hijos sufrir viéndolos sentados con un libro o un portátil o con un cuaderno trabajando o estudiando, o que tengan que asumir un reglamento de organización interna.
Seguimos preguntándonos: ¿cómo podemos hacer desde todos los ámbitos, para que los hijos interioricen el valor del esfuerzo, trabajo personal, el estudio individualizado, si las familias no apoyan esta labor docente? Los años de aprendizaje preuniversitario pasan muy rápido y sus hijos tendrán que afrontar realidades en todos los ámbitos, para las que no están preparados, surgiéndoles frustraciones innecesarias como consecuencia de esa falta de capacitación.
Pero volviendo al tema inicial, ningún docente puede escudarse en cómo están viviendo los jóvenes ahora con la cantidad de elementos distractores que tienen a su alrededor, que no ayudan en nada para conseguir que APRENDAN además de aprobar.
Es complejo lo que se pide y por supuesto que requiere de más tiempo de trabajo individual con los alumnos, para conseguir que entiendan que la única manera de tener un futuro real es con conocimientos y estudio, y eso es trabajo diario. Que asuman los jóvenes, que nadie va a regalarles un título que le abra las puertas para acceder al mundo laboral o alcanzar cualquier meta que se propongan.
Los docentes jamás deben tirar la toalla, aunque a veces tengan la sensación de estar quemados por infinidad de situaciones que no tienen que ver con la enseñanza, pero que confluyen en el ámbito docente.
Somos lo que hemos vivido y hemos aprendido con los estudios y la experiencia. Si mis conocimientos son limitados y mi experiencia también, difícilmente podremos dar más alternativas a situaciones complicadas.
Me entristece que haya docentes que vean el futuro oscuro, por sus malas experiencias con los resultados de sus materias con los alumnos, porque hay aspectos que no llegan a controlar y le superan en el ámbito personal y profesional, siempre debe haber una segunda oportunidad.
Controlar un aula hoy en día no es como antaño, cuando los niños iban al colegio con el miedo en el cuerpo hacia el profesor y su palabra era ley, y las familias acataban cualquier decisión que viniera del colegio. Hoy en día ganarse el respeto de los alumnos se vincula a la actitud positiva que tenga la familia ante el colegio y los estudios de su hijo, a que el profesor sea un experto en su materia, que sea conocedor de estrategias para enseñar la asignatura con dotes en comunicación, de aprendizaje, de motivación y de técnicas pedagógicas-didácticas, que sea conocedor de cómo aprenden los estudiantes, con conocimiento curricular de la materia que transmite, preocupado por la formación continua, crítico y comprometido. Implica ser un líder positivo, con conocimientos y destrezas que hay que estar demostrando cada día.
También tenemos que decir que los docentes son seres humanos con sus defectos y sus virtudes, y que dentro de la profesión está el valor de la humildad y el saber reconocer los errores cuando se equivocan y que saben pedir perdón o que comparten situaciones con sentido de humor y que en el desarrollo de una clase, están lo suficientemente preparados para detener la exposición y llamar la atención cuando se observa una falta de respeto en el aula de alumnos o hacia el profesor con la energía comunicativa necesaria para enseñar algo a los alumnos que no viene recogido en los libros de texto y que trata de los valores necesarios que debe tener cualquier persona para alcanzar una meta.
La verdad es que tengo la esperanza en que todo cambie para bien y se le dé a la EDUCACIÓN la importancia que se merece. A todos se nos llena la boca cuando tratamos ese tema y siempre echamos la culpa a los políticos, sin ver que la sociedad la construimos entre todos y que no se puede bajar la guardia, el futuro es ahora y el tiempo está en nuestra contra.



miércoles, 15 de mayo de 2019

MIEDO A LOS HIJOS


Camila Gonzaga, condesa de San Segundo y sus hijos. Óleo sobre tabla 1535-1537. Obra de Parmigiannino, Girolamo Francesco María Mazzola (y taller). Museo Nacional del Prado

Artículo publicado en la sección de Opinión del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria el miércoles 15 de mayo de 2019


Llevamos décadas viendo como nuestra sociedad que pensábamos estaba perfectamente amueblada para cada una de las situaciones externas que se pudieran producir y que todo estaba perfectamente articulado para solucionarlo ha decaído como un ídolo de barro. Todos hemos cambiado, nada es permanente.
Hemos evolucionado con el paso de los años de una estructura autoritaria, rígida donde se pensaba que cada cosa  tenía su sitio y que cada persona ocupaba un lugar determinado en función de su nacimiento y de la formación que podías adquirir con los años, a un sistema totalmente distinto. Transcurre el tiempo y vemos como los cambios que se han ido produciendo en nuestra sociedad han transformado todo, y aquel  autoritarismo impuesto y aceptado de aquella manera por las mayorías que controlaban el sistema y generaban un “equilibrio fijo” en todo y en todos, lo aceptábamos convencidos  que eso era lo mejor.
En el mundo occidental, dejamos las guerras y los conflictos violentos y eso nos dio una perspectiva de seguridad y futuro que no existía por el miedo permanente a conflictos entre iguales, alcanzando con la libertad y democracia  otra vida, otro mundo, que a pesar de todos los beneficios que ha podido entrañar para las personas, ha producido reacciones contrarias al sistema autoritario anterior, generando en todos los ámbitos una permisividad que antes era impensable en todos los ámbitos de nuestra vida, la política, la educación, la sociedad, la familia, la forma de ver la pareja, la alimentación, etc. Como señala Jaime Barylko en su libro El miedo a los hijos: “El siglo XX ha sido el siglo de la permisividad. Por miedo a establecer principios, por miedo a coartar libertades. por miedo a moldear la vida del hijo como si fuera arcilla maleable. Por miedo a comprometerse. Por miedo y no por bondad surgieron los padres permisivos”
Pero esa  reacción de permisividad en las familias tiene sus consecuencias negativas, cuando no se tiene claro el sentido de las decisiones y del porqué se hacen las cosas, todo es relativo y lo más sencillo para muchos es no fijar normas para nada, no establecer prioridades relacionadas con los principios más básicos de la supervivencia de la especie, hasta que la situación revienta en sus manos.
Consideran los límites y la autoridad como algo desfasado y trasnochado, en donde el primer principio que se establece en la educación de sus hijos es la felicidad por la felicidad, sin formar otros aspectos tan necesarios como es el espíritu de sacrificio, el esfuerzo personal, la capacidad de superación por uno mismo, capacidad de ponerse en lugar de los demás, el cariño, el vínculo de familia, etc.
Son tantas cosas que están adoleciendo las familias en la actualidad en cuanto a la educación de sus hijos, que de manera directa o indirecta, están reclamando a las instituciones educativas aspectos que ellos no son capaces de llevar a cabo por debilidad o desconocimiento y porque no son capaces de hacer lo que deberían hacer ellos en sus casas.
Siempre decimos que los colegios ayudan, pero no hacen milagros, las familias son las que deben coger de nuevo el toro por los cuernos y plantearse desde el principio las que se proponen tener hijos, qué es lo que quieren para sus descendientes y cuál va a ser el papel que van a jugar cada uno de ellos en la educación de sus hijos.
De nada sirve que se quieran tener hijos, si luego no le dedican la atención, cariño y tiempo necesario por parte de ambos progenitores, de nada sirve una  dedicación laboral más intensa por parte de los padres, si luego no atienden a sus hijos como merecen. El tener más dinero y todo lo que eso entraña, por supuesto que ayuda, pero la obsesión  por acaparar riquezas materiales en detrimento del tiempo de compartir-educar a tus hijos, ese tiempo y vivencias jamás se recuperará y eso se nota e influye sobre todo en los primeros 25 años.
Me duele pensar cuando veo a jóvenes con actitudes de falta de respeto hacia sus iguales, los padres y personas mayores, solo quiero reseñar que ellos serán los que tengan que dirigir este nuestro país, ciertamente la culpa no es solo de ellos, fundamentalmente de los que han dejado que se llegue a esta situación.
Me duele ver como hay familias que pierden el tiempo innecesariamente en aspectos superfluos que no ayudan en nada al desarrollo de la persona, y se les pone en sus manos artilugios como los Smartphone que son auténticas bombas de relojería cuando se les entrega para entretenerlos sin más con acceso a unas redes sociales, cuyo inadecuado uso genera problemas de acoso, ofensas personales y faltas de respeto que muchos niños no logran superar, y que luego cuando llamas la atención tanto padres como a los hijos lo justifican diciendo “son bromas, tan solo son niños”, pero el daño y sus consecuencias están hechas.
Me duele comprobar como los padres ceden a todas las peticiones superfluas de sus hijos por no saber decir “NO” a tiempo y por evitar ejercer de padre adulto que cede a cualquier petición absurda y a destiempo que no ayuda a la formación y educación del hijo como persona.
Me duele contemplar como los padres piensan que ayudan a sus hijos defendiendo sus actuaciones violentas y de ofensas a los amigos o a sus compañeros de clase y cuestionan las decisiones de los docentes, sin dudar de las acciones y actuaciones nocivas de su hijo.
Lo más triste de todo esto, es que esos hijos que han sido educados en el exceso de permisividad, sin control, sin valores ciudadanos, que siempre abanderan  sus derechos, pero que nunca recuerdan sus obligaciones. El sistema en el que vivimos a medida que vayan creciendo estos niños sin normas, ni principios van a ir dejándolos de lado y quedarán marginados, porque nadie quiere estar  con los déspotas, caprichosos maleducados y ese panorama que antes  podía producirse de forma esporádica en un sector de la población, nos vamos a encontrar en el futuro como un grupo numeroso de jóvenes que los etiquetaremos  como los “hijos de la nada”.



jueves, 10 de enero de 2019

LAS VACAS SAGRADAS EN LOS CENTROS EDUCATIVOS

Miniatura iluminada de Jean Wauquelin 1445-1448  de la primera página de las Chroniques de Hainaut a Felipe el Bueno

Artículo publicado el 10 de enero de 2019 en la sección de opinión páginas 26 y 27 del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria.y en la sección de opinión  del periódico La Opinión de Santa Cruz de Tenerife el 12 de enero de 2019


En la cultura hindú las vacas sagradas son animales que por ley nadie puede maltratar, ni hostigar, ni comer su carne y eso proviene desde hace casi 2500 años, nosotros para la reflexión que vamos a hacer, nos quedaremos con el concepto de lo que representan de intocables y de que pueden hacer y deambular por donde quieran.
Resulta que sin darnos cuenta, y con un consentimiento general, a lo largo de la historia en el mundo occidental también tenemos vacas sagradas en nuestra vida cotidiana laboral y profesional, y me refiero a aquellas personas que llevan toda la vida en un colegio o cualquier empresa, realizando la misma función o desempeño y que se han acomodado, o no han querido o han dejado de actualizarse para estar al día, porque ellos consideran que con sus conocimientos son suficientes, considerando que con lo que han vivido y para el tiempo que les queda hasta jubilarse por la edad, ¡para qué van a cambiar y a aprender si su puesto de trabajo está garantizado! y de esta manera se convierten en ídolos desfasados y molestos para el grupo o equipo de trabajo, consiguiendo ser una rémora o una carga que más que sumar, resta fuerza al equipo de trabajo de un colegio y supone un lastre para cualquier proyecto sea novedoso o no.
Podría pensarse que no es políticamente correcto hablar de esta situación en el mundo que estamos viviendo, en donde siempre se hacen siempre varias lecturas de cualquier aspecto, pero es una realidad, pues nos referimos a personas inmovilistas que llevan toda una vida trabajando en un centro de trabajo, pero que por cualquier motivo han decidido que van a cumplir estrictamente con lo que tiene establecido en su categoría y no aportan nada que se salga de su estricta función.
Por desgracia estas “vacas sagradas” están en todas las profesiones y ninguna se libra de ellas, están anclados en rutinas inamovibles hasta que por fin se jubilan. Los propietarios de las empresas o las administraciones públicas por el coste económico que supone prescindir de ellos tienen que asumirlos como un mal menor, porque por lo menos cumplen con su jornada y no generan dificultad laboral. Los compañeros les tienen el respeto de la veteranía, pero jamás se enfrentarán, porque tienen miedo a situaciones conflictivas y a generar dentro del trabajo una situación de hostilidad que pueda originar rechazo al novato y como la veteranía es un grado, iría siempre en detrimento de la nueva savia que intenta aportar nuevos puntos de vista y cambiar las estructuras y formas de trabajo para el nuevo mundo tan cambiante como el que tenemos que afrontar.
Con la cantidad de cuestiones que debemos cambiar en educación, esto es uno de los tantos palos que debemos tocar, dentro de la variedad de personas que existen hay un grupo importante que son los que se dejan llevar, otros que son los de virgencita que me dejen como estoy y otros que quieren ayudar a transformar la sociedad reflexionando y actuando con sus acciones individuales y trabajando en equipo. Es cierto que el colectivo docente es de lo más reacios al cambio, quizás por las innumerables modificaciones de legislación que les han venido pidiendo que apliquen a las formas de trabajar, metodologías, didácticas, criterios, contenidos, etc. y eso haya supuesto obligatoriamente tener cambiar, aun sin estar de acuerdo con las medidas sin sentido, otorgando títulos y promocionando a aquellos que no se lo merecen, porque se lo ha obligado la legislación aprobada por el partido político de turno.
Lo bueno en educación sería sumar por el bien de todos, jamás restar, pudiendo aprovechar la experiencia y conocimientos que han alcanzado los veteranos con el paso de los años. Es lamentable como desaprovechamos los conocimientos y destrezas de los que llevan más años trabajando, puesto que la vida es un libro que se escribe cada día del que aprendemos y la experiencia de las personas con años de trabajo debemos aprovecharla para mejorar el día a día de todos, solo falta que todos quieran aportar y saber escuchar.
Lo más triste de este proceder de “las vacas sagradas” , es que lo encontremos también en personas jóvenes que se han convertido en “becerros sagrados” que se consideran autosuficientes por haber alcanzado una plaza de trabajo y piensan que ya no tienen que prepararse, cuando la sociedad cambia cada segundo, las personas evolucionan y nos tenemos que preparar para hacer cada día mejor nuestro trabajo, lo que aprendimos en la universidad cuando llegamos al puesto de trabajo solo sirve de base, el resto lo pone cada uno con su nivel de responsabilidad y preparación continua, para ello es fundamental reconocer nuestras limitaciones y ser lo suficientemente humilde para entender que nuestra mejora profesional está relacionada con el saber trabajar coordinadamente en un equipo de personas que se complementan y se forman para que sus alumnos o su trabajo perciban de cada uno lo mejor y si no se consigue a la primera, seguro que lo conseguiremos la próxima vez.
Nuestro paso por esta vida es corto, quizás demasiado, cuando ves como se desarrolla todo tan rápido con los altibajos propios de cada etapa, no podemos ser conformistas con lo que nos ha tocado vivir, siempre debemos estar con la esperanza de mejorar profesionalmente y con la voluntad permanente de ser mejor persona.
Cuando ha transcurrido más de la mitad de tu vida, te das cuenta de lo que has hecho, de lo que has dejado de hacer, lo que te gustaría hacer y lo que te queda por hacer, vemos a las nuevas generaciones que necesitan que les ayudemos a conseguir valores de superación constructivos entre todos familias, colegios y sociedad y que, si no arrimamos el hombro, se perderán generaciones por el camino.
Nos complicamos demasiado la vida por cosas intrascendentes que no solucionan ni tus problemas, ni los de las personas que están a tu alrededor. Debemos siempre intentar ser mejores y aprender de nuestros errores y de los demás, no esperemos siempre a que el agua nos llegue al cuello para reaccionar, que es lo que solemos hacer.