Miniatura iluminada de Jean Wauquelin 1445-1448 de la primera página de las Chroniques de Hainaut a Felipe el Bueno |
Artículo publicado el 10 de enero de 2019 en la sección de opinión páginas 26 y 27 del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria.y en la sección de opinión del periódico La Opinión de Santa Cruz de Tenerife el 12 de enero de 2019
En la cultura hindú las vacas
sagradas son animales que por ley nadie puede maltratar, ni hostigar, ni comer
su carne y eso proviene desde hace casi 2500 años, nosotros para la reflexión
que vamos a hacer, nos quedaremos con el concepto de lo que representan de
intocables y de que pueden hacer y deambular por donde quieran.
Resulta que sin darnos cuenta,
y con un consentimiento general, a lo largo de la historia en el mundo
occidental también tenemos vacas sagradas en nuestra vida cotidiana laboral y
profesional, y me refiero a aquellas personas que llevan toda la vida en un
colegio o cualquier empresa, realizando la misma función o desempeño y que se han
acomodado, o no han querido o han dejado de actualizarse para estar al día,
porque ellos consideran que con sus conocimientos son suficientes, considerando
que con lo que han vivido y para el tiempo que les queda hasta jubilarse por la
edad, ¡para qué van a cambiar y a aprender si su puesto de trabajo está
garantizado! y de esta manera se convierten en ídolos desfasados y molestos
para el grupo o equipo de trabajo, consiguiendo ser una rémora o una carga que
más que sumar, resta fuerza al equipo de trabajo de un colegio y supone un
lastre para cualquier proyecto sea novedoso o no.
Podría pensarse que no es
políticamente correcto hablar de esta situación en el mundo que estamos
viviendo, en donde siempre se hacen siempre varias lecturas de cualquier
aspecto, pero es una realidad, pues nos referimos a personas inmovilistas que
llevan toda una vida trabajando en un centro de trabajo, pero que por cualquier
motivo han decidido que van a cumplir estrictamente con lo que tiene
establecido en su categoría y no aportan nada que se salga de su estricta función.
Por desgracia estas “vacas sagradas” están en todas las
profesiones y ninguna se libra de ellas, están anclados en rutinas inamovibles hasta
que por fin se jubilan. Los propietarios de las empresas o las administraciones
públicas por el coste económico que supone prescindir de ellos tienen que
asumirlos como un mal menor, porque por lo menos cumplen con su jornada y no
generan dificultad laboral. Los compañeros les tienen el respeto de la
veteranía, pero jamás se enfrentarán, porque tienen miedo a situaciones
conflictivas y a generar dentro del trabajo una situación de hostilidad que
pueda originar rechazo al novato y como la veteranía es un grado, iría siempre
en detrimento de la nueva savia que intenta aportar nuevos puntos de vista y cambiar
las estructuras y formas de trabajo para el nuevo mundo tan cambiante como el
que tenemos que afrontar.
Con la cantidad de cuestiones
que debemos cambiar en educación, esto es uno de los tantos palos que debemos
tocar, dentro de la variedad de personas que existen hay un grupo importante
que son los que se dejan llevar, otros que son los de virgencita que me dejen
como estoy y otros que quieren ayudar a transformar la sociedad reflexionando y
actuando con sus acciones individuales y trabajando en equipo. Es cierto que el
colectivo docente es de lo más reacios al cambio, quizás por las innumerables
modificaciones de legislación que les han venido pidiendo que apliquen a las formas
de trabajar, metodologías, didácticas, criterios, contenidos, etc. y eso haya
supuesto obligatoriamente tener cambiar, aun sin estar de acuerdo con las
medidas sin sentido, otorgando títulos y promocionando a aquellos que no se lo
merecen, porque se lo ha obligado la legislación aprobada por el partido
político de turno.
Lo bueno en educación sería
sumar por el bien de todos, jamás restar, pudiendo aprovechar la experiencia y
conocimientos que han alcanzado los veteranos con el paso de los años. Es
lamentable como desaprovechamos los conocimientos y destrezas de los que llevan
más años trabajando, puesto que la vida es un libro que se escribe cada día del
que aprendemos y la experiencia de las personas con años de trabajo debemos
aprovecharla para mejorar el día a día de todos, solo falta que todos quieran
aportar y saber escuchar.
Lo más triste de este proceder
de “las vacas sagradas” , es que lo
encontremos también en personas jóvenes que se han convertido en “becerros sagrados” que se consideran
autosuficientes por haber alcanzado una plaza de trabajo y piensan que ya no
tienen que prepararse, cuando la sociedad cambia cada segundo, las personas
evolucionan y nos tenemos que preparar para hacer cada día mejor nuestro
trabajo, lo que aprendimos en la universidad cuando llegamos al puesto de
trabajo solo sirve de base, el resto lo pone cada uno con su nivel de
responsabilidad y preparación continua, para ello es fundamental reconocer
nuestras limitaciones y ser lo suficientemente humilde para entender que
nuestra mejora profesional está relacionada con el saber trabajar
coordinadamente en un equipo de personas que se complementan y se forman para
que sus alumnos o su trabajo perciban de cada uno lo mejor y si no se consigue
a la primera, seguro que lo conseguiremos la próxima vez.
Nuestro paso por esta vida es
corto, quizás demasiado, cuando ves como se desarrolla todo tan rápido con los
altibajos propios de cada etapa, no podemos ser conformistas con lo que nos ha
tocado vivir, siempre debemos estar con la esperanza de mejorar
profesionalmente y con la voluntad permanente de ser mejor persona.
Cuando ha transcurrido más de
la mitad de tu vida, te das cuenta de lo que has hecho, de lo que has dejado de
hacer, lo que te gustaría hacer y lo que te queda por hacer, vemos a las nuevas
generaciones que necesitan que les ayudemos a conseguir valores de superación
constructivos entre todos familias, colegios y sociedad y que, si no arrimamos
el hombro, se perderán generaciones por el camino.
Nos complicamos demasiado la
vida por cosas intrascendentes que no solucionan ni tus problemas, ni los de
las personas que están a tu alrededor. Debemos siempre intentar ser mejores y
aprender de nuestros errores y de los demás, no esperemos siempre a que el agua
nos llegue al cuello para reaccionar, que es lo que solemos hacer.