jueves, 10 de enero de 2019

LAS VACAS SAGRADAS EN LOS CENTROS EDUCATIVOS

Miniatura iluminada de Jean Wauquelin 1445-1448  de la primera página de las Chroniques de Hainaut a Felipe el Bueno

Artículo publicado el 10 de enero de 2019 en la sección de opinión páginas 26 y 27 del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria.y en la sección de opinión  del periódico La Opinión de Santa Cruz de Tenerife el 12 de enero de 2019


En la cultura hindú las vacas sagradas son animales que por ley nadie puede maltratar, ni hostigar, ni comer su carne y eso proviene desde hace casi 2500 años, nosotros para la reflexión que vamos a hacer, nos quedaremos con el concepto de lo que representan de intocables y de que pueden hacer y deambular por donde quieran.
Resulta que sin darnos cuenta, y con un consentimiento general, a lo largo de la historia en el mundo occidental también tenemos vacas sagradas en nuestra vida cotidiana laboral y profesional, y me refiero a aquellas personas que llevan toda la vida en un colegio o cualquier empresa, realizando la misma función o desempeño y que se han acomodado, o no han querido o han dejado de actualizarse para estar al día, porque ellos consideran que con sus conocimientos son suficientes, considerando que con lo que han vivido y para el tiempo que les queda hasta jubilarse por la edad, ¡para qué van a cambiar y a aprender si su puesto de trabajo está garantizado! y de esta manera se convierten en ídolos desfasados y molestos para el grupo o equipo de trabajo, consiguiendo ser una rémora o una carga que más que sumar, resta fuerza al equipo de trabajo de un colegio y supone un lastre para cualquier proyecto sea novedoso o no.
Podría pensarse que no es políticamente correcto hablar de esta situación en el mundo que estamos viviendo, en donde siempre se hacen siempre varias lecturas de cualquier aspecto, pero es una realidad, pues nos referimos a personas inmovilistas que llevan toda una vida trabajando en un centro de trabajo, pero que por cualquier motivo han decidido que van a cumplir estrictamente con lo que tiene establecido en su categoría y no aportan nada que se salga de su estricta función.
Por desgracia estas “vacas sagradas” están en todas las profesiones y ninguna se libra de ellas, están anclados en rutinas inamovibles hasta que por fin se jubilan. Los propietarios de las empresas o las administraciones públicas por el coste económico que supone prescindir de ellos tienen que asumirlos como un mal menor, porque por lo menos cumplen con su jornada y no generan dificultad laboral. Los compañeros les tienen el respeto de la veteranía, pero jamás se enfrentarán, porque tienen miedo a situaciones conflictivas y a generar dentro del trabajo una situación de hostilidad que pueda originar rechazo al novato y como la veteranía es un grado, iría siempre en detrimento de la nueva savia que intenta aportar nuevos puntos de vista y cambiar las estructuras y formas de trabajo para el nuevo mundo tan cambiante como el que tenemos que afrontar.
Con la cantidad de cuestiones que debemos cambiar en educación, esto es uno de los tantos palos que debemos tocar, dentro de la variedad de personas que existen hay un grupo importante que son los que se dejan llevar, otros que son los de virgencita que me dejen como estoy y otros que quieren ayudar a transformar la sociedad reflexionando y actuando con sus acciones individuales y trabajando en equipo. Es cierto que el colectivo docente es de lo más reacios al cambio, quizás por las innumerables modificaciones de legislación que les han venido pidiendo que apliquen a las formas de trabajar, metodologías, didácticas, criterios, contenidos, etc. y eso haya supuesto obligatoriamente tener cambiar, aun sin estar de acuerdo con las medidas sin sentido, otorgando títulos y promocionando a aquellos que no se lo merecen, porque se lo ha obligado la legislación aprobada por el partido político de turno.
Lo bueno en educación sería sumar por el bien de todos, jamás restar, pudiendo aprovechar la experiencia y conocimientos que han alcanzado los veteranos con el paso de los años. Es lamentable como desaprovechamos los conocimientos y destrezas de los que llevan más años trabajando, puesto que la vida es un libro que se escribe cada día del que aprendemos y la experiencia de las personas con años de trabajo debemos aprovecharla para mejorar el día a día de todos, solo falta que todos quieran aportar y saber escuchar.
Lo más triste de este proceder de “las vacas sagradas” , es que lo encontremos también en personas jóvenes que se han convertido en “becerros sagrados” que se consideran autosuficientes por haber alcanzado una plaza de trabajo y piensan que ya no tienen que prepararse, cuando la sociedad cambia cada segundo, las personas evolucionan y nos tenemos que preparar para hacer cada día mejor nuestro trabajo, lo que aprendimos en la universidad cuando llegamos al puesto de trabajo solo sirve de base, el resto lo pone cada uno con su nivel de responsabilidad y preparación continua, para ello es fundamental reconocer nuestras limitaciones y ser lo suficientemente humilde para entender que nuestra mejora profesional está relacionada con el saber trabajar coordinadamente en un equipo de personas que se complementan y se forman para que sus alumnos o su trabajo perciban de cada uno lo mejor y si no se consigue a la primera, seguro que lo conseguiremos la próxima vez.
Nuestro paso por esta vida es corto, quizás demasiado, cuando ves como se desarrolla todo tan rápido con los altibajos propios de cada etapa, no podemos ser conformistas con lo que nos ha tocado vivir, siempre debemos estar con la esperanza de mejorar profesionalmente y con la voluntad permanente de ser mejor persona.
Cuando ha transcurrido más de la mitad de tu vida, te das cuenta de lo que has hecho, de lo que has dejado de hacer, lo que te gustaría hacer y lo que te queda por hacer, vemos a las nuevas generaciones que necesitan que les ayudemos a conseguir valores de superación constructivos entre todos familias, colegios y sociedad y que, si no arrimamos el hombro, se perderán generaciones por el camino.
Nos complicamos demasiado la vida por cosas intrascendentes que no solucionan ni tus problemas, ni los de las personas que están a tu alrededor. Debemos siempre intentar ser mejores y aprender de nuestros errores y de los demás, no esperemos siempre a que el agua nos llegue al cuello para reaccionar, que es lo que solemos hacer.