Artículo publicado en las páginas 36 y 37 del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria el miércoles 11 de diciembre en la sección de opinión.
Resulta
triste ver como personas jóvenes que se dedican a la docencia de adolescentes,
tiran la toalla de forma inmediata, cuando comprueban que los resultados
obtenidos por sus alumnos en las pruebas de su materia han sido muy malos.
Se
hacen reflexiones finales sobre qué es lo que ha ocurrido para llegar a esos rendimientos
tan negativos y lo primero que les viene a la cabeza es: “he hecho todo lo
que sé hacer para motivarlos y que interioricen lo esencial y no lo consigo”
quedándose con esa reflexión y la consecuencia inmediata de ello es, “pues
no voy a sacar nada de estos alumnos, no trabajan en clase, no trabajan en
casa, tienen otros intereses, las familias no colaboran, ni hacen seguimiento
de sus hijos”, y lo más triste es que llegan a hacer en algunos casos un
diagnóstico definitivo desde los primeros meses de curso, sentenciándolos a una
repetición para junio del año siguiente.
Esta
imagen del docente que se ha descrito da la impresión de que lo que estamos rememorando
es de alguien que trabajaba hace 50 años impartiendo clases, sin medios, ni
recursos suficientes para atender las peculiaridades de sus alumnos, dependiendo
exclusivamente de su experiencia, conocimientos y buen hacer. Duele ver escrito
en webs o en publicidad de centros educativos, como muchos se llenan la boca
diciendo que realizan una enseñanza personalizada, atendiendo a cada uno según
sus necesidades sin que eso sea cierto, entonces recuerdo aquello que dice que
“el papel aguanta todo lo que le pongas” siendo la realidad del día a día muy
distinta y es que tenemos que partir de lo que son, y asumir que los
adolescentes hoy en día tienen otros intereses muy distintos a los contenidos que
está explicando un profesor en cualquier aula de la ESO, puesto que los chicos
no ven, o no hemos sido capaces de que vean una relación directa e inmediata de
los conocimientos que se explican durante la clase, con su eterna realidad y la
aplicación de los contenidos a su mundo, para poder transformarlo.
Hay
que lograr captar el interés necesario de los alumnos para que aprendan, no
solo para que aprueben, que, por otro lado, sería el deseo de muchos docentes,
para que sus alumnos supieran responder a las preguntas que les hacen en los
controles, y de esta manera consigan cubrir el expediente con el porcentaje de
alumnos que aprueban su materia. Pero realmente ¿se ha comprobado que han
aprendido algo de lo que queremos que interiorice?
En
muchas ocasiones habrá que seleccionar objetivos para trabajarlos de la forma
más adecuada y profunda en determinados cursos y no estar repitiéndolos
constantemente a lo largo de los cursos.
Un
docente, como cualquier otra profesión tiene la obligación de estar reciclándose
en todos los aspectos relacionados con la profesión.
Un
título universitario no da patente de corso para que se haga en el aula lo que
cada uno considere, alegando libertad de cátedra.
Libertad
de cátedra significa que la meta que cualquier docente debe alcanzar es estar
en permanente formación, ya que nunca es suficiente para que nuestros alumnos
aprendan.
Si
queremos unas futuras generaciones preparadas, debemos cambiar muchas formas de
trabajar con los alumnos y eso no significa que nos tengamos que vestir de
faralaes, o que tengamos que aprobarlos a todos por asistir a clase, hay que
buscar la forma entre familia y docentes de hacerles ver a los chicos, que el
valor del esfuerzo y sacrificio personal son indispensables para conseguir lo
que se desea, y que sin estudio y dedicación no se consigue nada.
Pero
¿se ha enseñado a los niños a valorar el esfuerzo y trabajo personal para
conseguir unos objetivos? Hay que decir que en esta sociedad hedonista e
inmediata que nos está tocando vivir, está resultando muy complicado que las
familias apoyen a los centros educativos la exigencia por el cumplimiento de
unas normas mínimas para el desarrollo de cualquier actividad, pues dicen que
no quieren ver a sus hijos sufrir viéndolos sentados con un libro o un portátil
o con un cuaderno trabajando o estudiando, o que tengan que asumir un
reglamento de organización interna.
Seguimos
preguntándonos: ¿cómo podemos hacer desde todos los ámbitos, para que los hijos
interioricen el valor del esfuerzo, trabajo personal, el estudio
individualizado, si las familias no apoyan esta labor docente? Los años de
aprendizaje preuniversitario pasan muy rápido y sus hijos tendrán que afrontar
realidades en todos los ámbitos, para las que no están preparados, surgiéndoles
frustraciones innecesarias como consecuencia de esa falta de capacitación.
Pero
volviendo al tema inicial, ningún docente puede escudarse en cómo están
viviendo los jóvenes ahora con la cantidad de elementos distractores que tienen
a su alrededor, que no ayudan en nada para conseguir que APRENDAN además de aprobar.
Es
complejo lo que se pide y por supuesto que requiere de más tiempo de trabajo
individual con los alumnos, para conseguir que entiendan que la única manera de
tener un futuro real es con conocimientos y estudio, y eso es trabajo diario. Que
asuman los jóvenes, que nadie va a regalarles un título que le abra las puertas
para acceder al mundo laboral o alcanzar cualquier meta que se propongan.
Los
docentes jamás deben tirar la toalla, aunque a veces tengan la sensación de
estar quemados por infinidad de situaciones que no tienen que ver con la
enseñanza, pero que confluyen en el ámbito docente.
Somos
lo que hemos vivido y hemos aprendido con los estudios y la experiencia. Si mis
conocimientos son limitados y mi experiencia también, difícilmente podremos dar
más alternativas a situaciones complicadas.
Me
entristece que haya docentes que vean el futuro oscuro, por sus malas
experiencias con los resultados de sus materias con los alumnos, porque hay
aspectos que no llegan a controlar y le superan en el ámbito personal y
profesional, siempre debe haber una segunda oportunidad.
Controlar
un aula hoy en día no es como antaño, cuando los niños iban al colegio con el
miedo en el cuerpo hacia el profesor y su palabra era ley, y las familias acataban
cualquier decisión que viniera del colegio. Hoy en día ganarse el respeto de
los alumnos se vincula a la actitud positiva que tenga la familia ante el
colegio y los estudios de su hijo, a que el profesor sea un experto en su
materia, que sea conocedor de estrategias para enseñar la asignatura con dotes
en comunicación, de aprendizaje, de motivación y de técnicas pedagógicas-didácticas,
que sea conocedor de cómo aprenden los estudiantes, con conocimiento curricular
de la materia que transmite, preocupado por la formación continua, crítico y comprometido.
Implica ser un líder positivo, con conocimientos y destrezas que hay que estar
demostrando cada día.
También
tenemos que decir que los docentes son seres humanos con sus defectos y sus
virtudes, y que dentro de la profesión está el valor de la humildad y el saber
reconocer los errores cuando se equivocan y que saben pedir perdón o que
comparten situaciones con sentido de humor y que en el desarrollo de una clase,
están lo suficientemente preparados para detener la exposición y llamar la
atención cuando se observa una falta de respeto en el aula de alumnos o hacia
el profesor con la energía comunicativa necesaria para enseñar algo a los
alumnos que no viene recogido en los libros de texto y que trata de los valores
necesarios que debe tener cualquier persona para alcanzar una meta.
La
verdad es que tengo la esperanza en que todo cambie para bien y se le dé a la
EDUCACIÓN la importancia que se merece. A todos se nos llena la boca cuando
tratamos ese tema y siempre echamos la culpa a los políticos, sin ver que la
sociedad la construimos entre todos y que no se puede bajar la guardia, el
futuro es ahora y el tiempo está en nuestra contra.