Pintura de August Macke la joven de la chaqueta amarilla acuarela de 1913 Ulmer Museum |
Artículo publicado el 21 de abril de 2020 en la sección de opinión del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria
Para
mi “todos los alumnos están aprobados, mientras no demuestren lo contrario”,
era la frase con la que iniciaba el primer día de clase con los alumnos,
incluso les añadía que con nota de sobresaliente.
La
filosofía del esfuerzo desde edades tempranas es la que nos hace que, con el
paso del tiempo, nos ayude a sobrellevar el nivel de trabajo con el que
tengamos que afrontar en nuestra vida laboral futura, pues nadie regala nada y
cuando lo hacen las contraprestaciones suelen ser muy caras.
Hoy
en día estamos inmersos en una situación que ni las mentes más prominentes
podían atisbar, ni el 10% de lo que estamos viviendo con esta pandemia mundial,
en donde los renglones por los que tenemos que escribir cada día, cambian de
sentido y nos tenemos que amoldar a ello y experimentar, pues no tenemos la
vacuna milagrosa que todo lo cura.
Es
lamentable ver como enferman y mueren un número muy importante de personas,
sobre todo mayores de edad, que han sido nuestros referentes, nuestros guías y
maestros, a los que en su día tuvimos en el pedestal que se merecen y ahora en la
última etapa de su vida, en estos momentos a ellos les ha tocado lo peor. Me
duele ver el dolor de las familias que no han podido despedir a sus seres
queridos, me duele la insensibilidad ante tanta desgracia y su manipulación por
determinados partidos políticos. Con una crisis económica de caballo que se nos
avecina y que nadie sabe cómo terminaremos de ella.
En
medio de todo esto, tenemos a los estudiantes preuniversitarios que,
dependiendo de las distintas etapas educativas, les podrá repercutir en mayor o
menor medida en lo que pueda afectar a su futuro inmediato de acceso al
Bachillerato o a la Universidad. El resto de las etapas también preocupa, pero
está claro que con la que tenemos ahora, los conocimientos si no los he
aprendido hoy, mañana los necesitaré y tendré que estudiarlos. Lo importante es
que en este período se haya seguido produciendo una rutina de trabajo diario y
esfuerzo personal desde casa, para que nuestra cabeza siga funcionando y
creando.
Todos
agradecemos cuando llegan las 20’00 horas a esos sanitarios, cuerpos y fuerzas
de seguridad, dependientes de establecimientos de productos de primera
necesidad, personal de limpieza y un largo etc.… nadie recuerda a esos niños
que estoicamente desde casa, siguen haciendo un gran esfuerzo con la
colaboración de sus familias para mantener la atención e interés a lo largo de
un día tras otro desde el inicio y sin saber cuándo se va a acabar. Muchos
delante de un ordenador, o peor aún aquellos que no disponen de medios
suficientes para poder desarrollar los contenidos previstos.
A
los profesores, como al resto de la sociedad nos cogió con el paso cambiado y
han tenido que reinventarse para dar en la medida de sus posibilidades lo mejor
de cada uno, suponiéndoles mucho más trabajo y dedicación que la que venían
realizando durante el curso escolar en condiciones normales.
A
las familias que han estado detrás de cada uno de sus hijos para que no pierdan
ni el ritmo, ni los contenidos que se deben trabajar y además alientan de forma
constructiva a sus hijos.
Probablemente
en estas fechas estemos ya un poco cansados de la película que estamos viviendo
y deseamos salir del cine para vivir nuestras vidas.
Está
claro que lo primero es la salud y contra eso, no podemos pedir peras al olmo,
hasta que no tengamos las garantías plenas de poder realizar una “vida
normal” , si podíamos llamar vida normal a lo que nos habíamos acostumbrado
de consumismo por una mal entendida globalización, dejando de lado a las
personas y dónde lo único que prevalece es la economía, y lo cierto es que si
no funciona dicha economía tal y como la conocemos, se paraliza todo.
Retomemos
el tema que originó la presente reflexión con todo este panorama que se ha
expuesto, consideramos en una escala de valores que los niños aprendan hoy, lo
que pueden aprender mañana. Estamos en una situación excepcional y se tendrán
que tomar las medidas necesarias, para que pueda aplicarse el principio de
igualdad de oportunidades a todos los estudiantes y con ello, digo que se debe
ser lo suficientemente sensibles con cada unos de los casos de los alumnos en
las presentes circunstancias.
Soy
consciente que en la viña del señor nos encontramos de todo, desde el alumno
brillante, responsable y preocupado por su formación de forma permanente, con
una familia detrás que ha favorecido ese tipo de educación desde temprana edad,
luego tenemos al alumno medio, que solo trabaja cuando le ve las orejas al lobo
y es de los que remonta en la 3ª evaluación y que por mucho que sus padres le
insistan para que cambie de método de trabajo, él va a hacer siempre lo que le
de la gana, porque le ha funcionado hasta la fecha, hasta que deja de
funcionar, además tenemos otro grupo de alumnos desmotivados, que pasan tres
pueblos de los estudios y de su entorno familiar, que creen que sus padres
están ahí para sacarle siempre las castañas del fuego hagan lo que hagan, y les
justifican cualquier acción o fechoría que realicen y son los padres que se
sorprenden de lo que les dicen los profesores de las acciones malas que hace su
hijo en el colegio, y que nunca dan crédito a lo que dicen en el colegio, porque
en casa es un santo y en estos meses se han transformado en casa en un
auténtico Lucifer.
¿Cómo
podrá repercutir cualquier medida que se decida en estos momentos con los alumnos,
salvo en los cursos que marcan un cambio radical en la vida de ellos?
Sinceramente,
al gran grupo lo que les va a afectar, es que van a poder contar a sus hijos
que estuvieron confinados en casa durante la primera gran pandemia mundial,
ante las posibles que puedan venir.
Al
ser humano cuando se ve afectado de forma impactante y ve en ese momento lo que
está ocurriendo, siempre se hace propósito de enmienda de que va a cambiar su
vida y prioridades y hace una especie de promesa que será de forma distinta
hacia los demás. La realidad es que cuando comience todo a funcionar y nos
volvamos a ver metidos en la rueda, nos vamos a olvidar de lo mal que se pasó y
de aquel vecino que nos saludaba a las 20’00 horas y que luego nos veremos por
la calle y nos dará vergüenza saludarle y pararle para agradecerle lo bien que
nos hizo sentir cuando nos saludábamos, porque nos hacía sentir más humanos.