Visión actualizada del Torso de Belvedere. Ignacio Pardo Luzardo 2018. Madrid
Artículo publicado en la sección de Opnión del periódico la Provincia de Las Palmas de Gran Canaria, el viernes 15 de diciembre
En
las últimas semanas ha surgido una propuesta por parte de grupos de padres en
la Comunidad Catalana, que ha trascendido al resto de la sociedad española para
que nos pongamos todos de acuerdo y se establezcan leyes que limiten el acceso
a los niños al uso de los móviles hasta los 16 años, los motivos son de todos
conocidos y probados: adicción a las pantallas, falta de concentración,
ciberacoso, falta de socialización, y un largo etcétera.
La
propuesta en si es muy válida y yo creo que casi todos nos sumamos a ella y la
firmaríamos, si no nos encontrásemos con una realidad muy dura, en la que por
un lado los tutores legales de sus hijos han perdido su autoridad moral y real
para impedir que sus hijos hagan un uso “indebido” de una herramienta, que en su día le regalaron
bien por presión social, ya que sus compañeros y amigos lo tenían y cómo su
hijo no lo iba a tener, también por intentar hacer un control permanente de su
hijo, para saber dónde está en cada momento y quedarse los padres “ más tranquilos”,
aunque estén en una fiesta de desmadre, pero sus hijos están “controlados”
por el móvil que tienen. También porque el móvil les ha ayudado a sus hijos
a que se relacione entre guales en las redes sociales, aunque no sepan
desarrollar habilidades sociales cuando están con otras personas reales, sin
que sepan tener una conversación coherente, aunque sea con temas propios de
cada edad.
Debemos
partir siempre que tanto padres como docentes, para poder exigir un modelo o
conducta determinado, nosotros los adultos somos los primeros que debemos
predicar con el ejemplo, y no hace falta irse muy lejos, simplemente salgamos a
cualquiera de nuestras calles en donde encontramos tantas terrazas y espacios
abiertos, donde podremos comprobar como los adultos estamos todo el día
interrelacionándonos con los móviles a través de las redes sociales.
Sin
salir de casa es raro no ver a todos los componentes de la casa haciendo uso de
los móviles y sin intercambiar palabra alguna, vamos por la calle y nos
encontramos a todos mirando las pantallas de sus móviles, nos sentamos a ver la
televisión y el dichoso móvil está cerca, vamos a una reunión de amigos o
trabajo y que no falte el móvil para el descanso y después hablamos de que los
niños tienen adicción, y mi pregunta es: ¿y los adultos? ¿qué problemas tenemos
con el uso del móvil?
Hay
demasiados adultos enganchados al móvil como una auténtica adicción que debe
ser tratada por especialistas y algunos somos tan idiotas que nos dedicamos a
ver cómo viven otros sus vidas y se enriquecen a costa de los likes que les
ponemos en sus reels o videos de YouTube. Lo cierto es que desde el principio
no supimos poner los límites a ese instrumento que es tan práctico, pero que
nadie tiene un manual de su uso dentro de la sociedad. Cada persona es un mundo
y su forma de relacionarse con dicho aparato es muy distinto cuando trasciende
del mundo laboral, sobre todo porque pensamos que nos puede dar todo lo que
deseemos, sea bueno o malo, depende de la madurez y de las intencionalidades de
las personas.
A
veces pienso que somos un poco hipócritas intentando que sean otros los que
pongan los límites y las puertas que yo no sé poner al bosque, cuando realmente
yo no tengo lo que hay que tener para saber decir no en un momento determinado
y esperamos que sean normas legales específicas las que nos tengan que amparar
para poder decir a mis hijos que está prohibido que utilice el móvil.
Eso
recuerda mucho a los niños con determinada edad, que no hacen otra cosa que
estar tocando las narices desde que se levantan hasta que se acuestan y los
padres amenazan a los niños con la policía o con los profesores, porque los
padres ya se ven saturados y no saben que recurso emplear para reconducir todo
con su hijo.
Estamos
encontrándonos con familias jóvenes y no tan jóvenes, cuyos niveles de
permisividad y falta de límites hacia los hijos están rayando ya en la creación
de generaciones de niños inmaduros cuyos niveles de frustración son tan altos,
que cuando no consiguen lo que quieren en el momento que quieren se descolocan
y pierden los papeles, las familias jóvenes cada vez tienen más miedo a sus
hijos y en este paquete se incluyen ya a bastantes generaciones y a los
resultados me remito. Los docentes de todas las etapas cada vez están más
asombrados por todo lo que tienen que lidiar, ya no es solo con los niños,
también son los padres.
Recordemos
que el uso del móvil es relativamente reciente y tenemos entre todos que
definir el tipo de sociedad que queremos y como queremos que se utilicen todas
las herramientas que se están poniendo a nuestra disposición, para que sepamos
humanizar un poco nuestras relaciones y dejemos de perder el norte en este e
innumerables temas que día a día nos vamos encontrando y que no se tienen las
respuestas adecuadas.
Mientras
tanto, ¿qué se hace? Esa es la pregunta del millón, ¿cómo nos podemos poner de
acuerdo en una serie de principios básicos y de valores que debemos tener todos
los seres humanos, para que este mundo sea un poco mejor? La primera pregunta
qué nos debemos hacer es: ¿cómo esta afectando el uso del móvil en nuestras
relaciones personales, familiares y sociales? Dependiendo de las respuestas, se
tendrán que tomar decisiones que no está escritas en ningún texto legal.
Ser
padre o madre no se nace, se hace y es una tarea muy complicada, porque además
hay un componente emotivo hacia los hijos hasta que dejemos este mundo, que no
todas las personas lo saben aplicar y el uso del móvil es el menor de sus
problemas.