"El tapiz del tiempo" obra realizada por Ignacio Pardo Luzardo en 1976. Colección Privada Las Palmas de Gran Canaria. |
Artículo publicado hoy domingo 16 de junio en la página 36 de la sección de Opinión del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria
Visto
lo visto, en algo nos hemos vuelto a equivocar durante todos estos años, si la
alternativa que ven de futuro las próximas generaciones es la ultraderecha y el
radicalismo para nuestro país y para Europa.
Cuando
no hemos sabido enseñar desde las familias, los centros educativos y la
sociedad en la que vivimos el valor de la democracia, la libertad, la igualdad
de oportunidades y el respeto a todos los que no opinen y sean como yo, de nada
sirve toda la historia vivida en estos últimos 100 años de penurias políticas, económicas,
sociales, democráticas, etc. y de conquistas que se alcanzaron con sangre,
sudor y lágrimas de toda una nación, para que ahora lleguen unos visionarios
manipuladores de sus intereses y quieran que todos comulguemos con sus ruedas
de molino, cuyas propuestas demagógicas son totalmente venenosas.
La
realidad es que todos hemos contribuido a alcanzar la situación actual y a
pesar de que siempre hemos visto que venía el lobo, jamás hemos querido creer,
que lo teníamos tan cerca de casa y con la intención clara de arrancarnos todas
las conquistas sociales alcanzadas, con los medios más antidemocráticos que
existen como son la mentira y la manipulación.
Ahora
nos lamentamos por la incapacidad e inacción de la clase política y del resto
de la sociedad, que hemos permitido que esos extremistas vayan a sus anchas,
pisoteando todo lo que supone democracia, libertad y Estado del Bienestar. La
libertad no consiste en respetar a los que quieren suprimirla a cualquier
precio, hay que comenzar a poner remedio a ese mal entendido respeto
democrático hacia los que no creen en la democracia, recuerdo que eso mismo se
produjo en el siglo pasado y llegaron los movimientos totalitarios con sus
desastrosas consecuencias en pérdidas de vidas humanas y guerras fratricidas.
En
España llevamos muy poco tiempo viviendo en libertad y las nuevas generaciones,
que han perdido la noción de la historia y el tiempo, piensan que siempre se ha
vivido en libertad, pudiendo decir cada uno lo que estime sin faltar al
respeto, pero es que ahora ni eso, y por desgracia esa falta de veracidad en
las exposiciones se expande a todos los ámbitos de la sociedad, la familia,
mundo laboral, económico y como no a nuestras relaciones humanas.
Debemos
hacer un alto en el camino y ver donde seguimos fallando para que hayan surgido
tantos salvapatrias melancólicos, que se creen que solo ellos tienen la razón.
La
democracia es libertad, pluralismo, debatir, dilucidar, confrontar ideas, ceder
ante los datos objetivos contrastados y al final se impondrá el que más
consenso y apoyos tenga.
Toda
esa crispación que nos han hecho estar viviendo en estos últimos años, han
alimentado a ese lobo, haciéndose más grande y que con su instinto animal se ha
ido nutriendo de los más débiles y de los que no soportan que existan personas
que opinen distinto a ellos.
Cada
uno de nosotros deberíamos movernos por nuestras propias ideas forjadas a raíz
del convencimiento, de la necesidad y de la realidad de cada uno, pero no por
la manipulación torticera de la realidad, la mentira y las verdades a medias.
Pero esta sociedad del siglo XXI vemos como las redes sociales están siendo
capaces de levantar a auténticos monstruos y de expulsar del sistema mediante
las noticias falsas.
Hay
quienes prefieren mirar al pasado para encontrar soluciones del futuro y hay
otros que solo miran su propio interés tildándolo de avances sociales. No hemos
sido capaces de encontrar el consenso y el término medio, porque todo está
encaminado por las posturas extremas de los que tienen la responsabilidad de
ser modelos para el resto de la ciudadanía.