Artículo publicado el domingo 15 de junio en la página 31 de la sección de Opinión del Periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria.
Las encuestas nos están
marcando una idea muy aproximada sobre la intención de voto de una franja de
edad de los jóvenes en los últimos sondeos demoscópicos. Estamos viendo como en
el continente europeo las mareas ultraconservadoras y nacionalistas están
avanzando a pasos agigantados y en nuestro país las proyecciones están
manifestándose en el mismo sentido.
Cada país tiene su propia
idiosincrasia y el nuestro tiene una carga y una historia muy particular, con
una democracia muy reciente, solo hace 47 años que el pueblo español ratificó
la Constitución Española, ese tiempo no es nada, aunque parezca una eternidad y
que con todo lo que ha sucedido da la impresión que hemos ido y vuelto al
pasado varias veces.
Lo cierto es que tenemos
infinidad de capítulos por escribir y de puertas que se tienen que cerrar de
forma conveniente, con mucho cadáveres y asuntos por el camino que no se
enterraron como se tenía que haber hecho, y de aquellos barros tenemos estos lodos.
Ahora nos comenzamos a
preguntar por qué hemos llegado a esta situación en la que segmentos de edad de
jóvenes no se cortan un ápice en manifestarse en público y en privado como
ultraderecha convencida, mostrando ya desde los centros escolares
manifestaciones públicas en las aulas y en la calle enaltecimiento de los símbolos franquistas y
proclamas de dicha época, sin haber vivido o experimentado ellos nada de los
años de la posguerra, añorando valores caducos de la sociedad con símbolos
prohibidos y cantos cuyo significado ni entienden, nombrando a personajes que
ni conocieron, ni estudiaron de forma objetiva.
Nos estamos encontrando con un
“todo vale” en aras de una pretendida libertad de expresión, respetando solo a
los que ellos quieren, no a todos los diferentes, queriendo marcar las líneas
por las que todo el mundo se tiene que mover, porque no solo no sale en la
foto, sino que deja de aparecer.
Podemos hacernos muchas preguntas,
sobre todo, ¿por qué han calado tan profundamente estas ideologías neofascistas
entre una franja amplia de la juventud?
¿Qué futuro es el que ellos
están percibiendo?
¿Qué educación sobre valores
democráticos han recibido en el seno familiar?
¿Qué correcciones se les han
hecho cuando comenzaron a manifestarse con proclamas nazis?
¿Qué ha hecho el sistema
educativo para que los niños interioricen la democracia, libertad y el rechazo
a los movimientos totalitarios?
¿Qué modelos tienen en sus
mentes para alcanzar sus metas en la vida?
¿Qué modelos de proyecto de
vida están viviendo en la actualidad?
¿Qué expectativas esperan los
jóvenes de la sociedad en la que viven?
¿Es la vuelta a los valores
tradicionales la única opción que se les está vendiendo a estos jóvenes?
¿Importa el nivel cultural de
esta juventud de ultraderecha?
¿Los estudios que realizan les
garantiza una estabilidad económica de futuro?
¿Qué nivel de autoexigencia
tienen para conseguir los objetivos profesionales o educativos que se
propongan?
¿Se consideran que tendrán la
preparación suficiente para corregir los errores que van a heredar?
Existen muchas respuestas y
seguro que cada uno puede añadir más argumentos que puedan ayudar a comprender
esta situación que es tan delicada, porque en breve podrán y tendrán el derecho
a votar libremente lo que ellos quieran y probablemente la balanza se inclinará
hacia donde ellos decidan.
Lo cierto es que todavía
quedan en el cajón infinidad de interrogantes que sus respuestas dependen de
cada uno y de la formación y la vida que hayan vivido, pero la conclusión es que
todos nos llegamos a hacer las mismas preguntas: ¿cómo ha podido llegar a
ocurrir el desapego de la juventud y la deriva ultranacionalista en los tiempos
de auge económico que vivimos y con los avances que se están produciendo en la
sociedad? ¿En qué nos hemos equivocado?
Da la sensación que se están dando
pasos de gigantes hacia atrás, un involucionismo que es muy difícil
contrarrestar por la desafección que se está produciendo hacia la clase
política por inacción ante las necesidades desatendidas de vivienda,
integración y garantía de futuro, añadiendo también las distintas polémicas que
surgen a nivel nacional aireadas de forma estridente, trasladando el mensaje
que aquí quien grite más alto tiene la razón.
Da miedo pensar que la razón,
la verdad, la pluralidad, la diversidad, la democracia y la libertad de
pensamiento progresista es woke, ahora solo etiquetan de forma despectiva
ellos, los de siempre, los que quieren el poder a cualquier precio, sin
importarles la verdad. Se deben retomar todos los valores que nos llevaron a
crear una España diversa, multicultural, con diferentes lenguas, democrática,
libre de la intolerancia y del fascismo. Nadie en su sano juicio debería desear
que volvieran los iluminados salvapatrias para reconquistar de nuevo a España
derogando conquistas democráticas, sociales, laborales y culturales que tanto esfuerzo
y sacrificio costó a lo largo de estos años. La gente está comenzando a tener
miedo, por lo que pueda venir y ya nos están avisando. Quiero recordar el refrán
que dice “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a
remojar”.