Madrid desde Torres Blancas obra de Antonio López (1976-1982) |
Publicado hoy jueves 30
de abril, en la página 36 de la sección de Opinión en el periódico La Provincia
Al final vemos como todo está cambiando, las percepciones de las emociones buenas y de las malas, los valores y las actitudes, los niveles de exigencia y el esfuerzo, la forma de afrontar la vida y las actitudes ante la misma, etc.
Para que realmente comencemos a ver como la sociedad evoluciona positivamente hacia una humanización de nuestras relaciones, tendremos que hacer un cambio radical en la forma de educar a nuestros hijos desde casa, y no dejar que sean los profesores los únicos encargados de formar y educar a los niños y jóvenes, como si las familias estuvieran al margen de lo que realmente es imprescindible, que es ayudar a su hijos a crecer con unos principios elementales de convivencia y respeto. Los docentes ayudan a las familias para que sus hijos adquieran unas habilidades y conocimientos, pero es en el seno familiar donde se interioriza la base de lo que es la persona. De nada sirve educar a un niño para vivir en la más absoluta soledad, porque los hijos no tienen las habilidades y herramientas sociales necesarias para desenvolverse entre el resto de personas, compartiendo proyectos e ideas en común, puesto que convivir es aprender a dar y compartir.
Estamos contemplando cómo están pasando varias generaciones de personas que de forma mayoritaria, solo se preocupan de forma egoísta por su felicidad exclusivamente, y eso ha degenerado en que exista una apatía total hacia el prójimo, sin preocuparse de si sus actuaciones pueden perjudicar o dañar a segundas o terceras personas, da igual que sean amigos, familia o desconocidos. El lema que tienen grabado en su frente es “yo primero, yo segundo y yo tercero”.
Cuando la corriente filosófica del hedonismo fue formulada por los epicúreos en Grecia hacia el siglo IV antes de Cristo, no estaba previsto con el paso del tiempo, que algunos seres humanos, que en teoría tienen cubiertas todas las necesidades básicas, pudieran llegar a sobrepasar las teorías iniciales, simplemente por no utilizar los principios más básicos de razonamiento, pensando que las obligaciones y la responsabilidad vendrá con los años y quizás después de algún susto propiciado por elementos ajenos a su círculo de relación, les obligue a actuar de la forma más conveniente como un ciudadano responsable y activo.
En cierta ocasión dije que en algo nos habíamos equivocado, pero que exactamente no caía en qué, ahora me doy cuenta de lo preocupante de la situación, cuando vemos como de forma multitudinaria hay tantas personas, niños, jóvenes y mayores, que no son capaces de pensar en las consecuencias de sus actos y mostrar un total desinterés por la solidaridad, la generosidad, el respeto al trabajo de los demás, el respeto a ser diferente y que no me den la espalda, a prejuzgarme sin darme oportunidad de manifestarme como soy, y un largo etcétera.
La solución está en las manos de todos y cada una de las personas que tiene a su cargo hijos, pues de lo que hagan con ellos en su educación, con el paso de los años y en el día a día podrán recoger lo que han estado sembrando. Dejémonos de echarnos las manos a la cabeza por lo que vemos de lo que hacen nuestros hijos en casa y fuera de ella, hemos sido los padres, con la dejación de nuestras obligaciones, los que hemos permitido y consentido las conductas, actos y actuaciones con nosotros y con los demás, que jamás debían haberse permitido que los hicieran en un primer momento, y que ahora con el paso de los años es muy difícil ponerle el cascabel al gato para corregirlo.
Lo que de pequeños nos ha podido parecer que sus actos rebeldes e irrespetuosos hacia las personas de su entorno, eran algo gracioso, con el paso de los años esas actitudes degeneraron en falta de respeto, ofensas y agresividad hacia los demás, sin importarle hacia quien iba dirigido, por una falta de control personal y haberle consentido que se produjera. No podemos seguir mirando hacia el lado contrario de donde sucede lo importante, hay que implicarse y actuar de forma contundente. Lo que yo no haga en su momento para enderezar, es muy difícil que con el paso de los años vaya a venir alguien con una varita mágica para enmendarlo.
Al final vemos como todo está cambiando, las percepciones de las emociones buenas y de las malas, los valores y las actitudes, los niveles de exigencia y el esfuerzo, la forma de afrontar la vida y las actitudes ante la misma, etc.
Para que realmente comencemos a ver como la sociedad evoluciona positivamente hacia una humanización de nuestras relaciones, tendremos que hacer un cambio radical en la forma de educar a nuestros hijos desde casa, y no dejar que sean los profesores los únicos encargados de formar y educar a los niños y jóvenes, como si las familias estuvieran al margen de lo que realmente es imprescindible, que es ayudar a su hijos a crecer con unos principios elementales de convivencia y respeto. Los docentes ayudan a las familias para que sus hijos adquieran unas habilidades y conocimientos, pero es en el seno familiar donde se interioriza la base de lo que es la persona. De nada sirve educar a un niño para vivir en la más absoluta soledad, porque los hijos no tienen las habilidades y herramientas sociales necesarias para desenvolverse entre el resto de personas, compartiendo proyectos e ideas en común, puesto que convivir es aprender a dar y compartir.
Estamos contemplando cómo están pasando varias generaciones de personas que de forma mayoritaria, solo se preocupan de forma egoísta por su felicidad exclusivamente, y eso ha degenerado en que exista una apatía total hacia el prójimo, sin preocuparse de si sus actuaciones pueden perjudicar o dañar a segundas o terceras personas, da igual que sean amigos, familia o desconocidos. El lema que tienen grabado en su frente es “yo primero, yo segundo y yo tercero”.
Cuando la corriente filosófica del hedonismo fue formulada por los epicúreos en Grecia hacia el siglo IV antes de Cristo, no estaba previsto con el paso del tiempo, que algunos seres humanos, que en teoría tienen cubiertas todas las necesidades básicas, pudieran llegar a sobrepasar las teorías iniciales, simplemente por no utilizar los principios más básicos de razonamiento, pensando que las obligaciones y la responsabilidad vendrá con los años y quizás después de algún susto propiciado por elementos ajenos a su círculo de relación, les obligue a actuar de la forma más conveniente como un ciudadano responsable y activo.
En cierta ocasión dije que en algo nos habíamos equivocado, pero que exactamente no caía en qué, ahora me doy cuenta de lo preocupante de la situación, cuando vemos como de forma multitudinaria hay tantas personas, niños, jóvenes y mayores, que no son capaces de pensar en las consecuencias de sus actos y mostrar un total desinterés por la solidaridad, la generosidad, el respeto al trabajo de los demás, el respeto a ser diferente y que no me den la espalda, a prejuzgarme sin darme oportunidad de manifestarme como soy, y un largo etcétera.
La solución está en las manos de todos y cada una de las personas que tiene a su cargo hijos, pues de lo que hagan con ellos en su educación, con el paso de los años y en el día a día podrán recoger lo que han estado sembrando. Dejémonos de echarnos las manos a la cabeza por lo que vemos de lo que hacen nuestros hijos en casa y fuera de ella, hemos sido los padres, con la dejación de nuestras obligaciones, los que hemos permitido y consentido las conductas, actos y actuaciones con nosotros y con los demás, que jamás debían haberse permitido que los hicieran en un primer momento, y que ahora con el paso de los años es muy difícil ponerle el cascabel al gato para corregirlo.
Lo que de pequeños nos ha podido parecer que sus actos rebeldes e irrespetuosos hacia las personas de su entorno, eran algo gracioso, con el paso de los años esas actitudes degeneraron en falta de respeto, ofensas y agresividad hacia los demás, sin importarle hacia quien iba dirigido, por una falta de control personal y haberle consentido que se produjera. No podemos seguir mirando hacia el lado contrario de donde sucede lo importante, hay que implicarse y actuar de forma contundente. Lo que yo no haga en su momento para enderezar, es muy difícil que con el paso de los años vaya a venir alguien con una varita mágica para enmendarlo.
El Gran Canal de Venecia y la iglesia de Nuestra Señora de la Salute, obra de Canaletto hacia 1730 |
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