Sillería del Coro de San Benito.Andrés de Nájera1525. Museo Nacional de Escultura en Valladolid |
Artículo publicado en la sección de Opinión del Priódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria el martes 13 de diciembre.
Todavía me acuerdo de aquella
frase que acuñaron algunos idealistas durante la pandemia: “este
confinamiento hará una sociedad más fuerte y solidaria”.
Qué utopía aquella que vivimos
durante una de las desgracias más grandes que ha sufrido la humanidad en todo
el mundo y al final nos hemos quedado solo en una anécdota temporal, en la que
perdieron la vida millones de personas, pero que no hizo nada de mella en todos
y cada uno de nosotros.
Miento, si hizo, nos
transformó en las personas más egoístas, menos solidarias, más intransigentes,
más retrógradas en ideas y acciones, perdiendo valores y principios
democráticos.
En la actualidad, las sociedades
occidentales no hacen otra cosa que estar mirándose al ombligo, sin darse
cuenta del mundo y la sociedad en la que vivimos. Ahora son los regionalismos
nacionales o supranacionales los que abanderan el futuro, sin tener en cuenta
las libertades y los derechos alcanzados con el paso del tiempo.
Solo vemos verdades a medias o
manipulación torticera e interesada de cualquier tipo de hecho o
acontecimiento, ya no valen los hechos objetivos per se y demostraciones
empíricas, ahora solo valen opiniones subjetivas e interesadas que pretenden
ser axiomas.
En todos los países democráticos
estamos sumidos en la bronca permanente reflejo de la mal llamada “libertad de
expresión” para todo por parte de nuestros representantes en las cámaras
legislativas, donde se supone que tiene que emanar el ordenamiento jurídico que
va a regular cada una de las actuaciones de los ciudadanos que hemos elegido el
Estado de derecho y libertades.
Después de toda esta
introducción, vamos a aterrizar en cómo se aplica todo ello en la realidad de
las familias españolas de clase media y no tan media, que está sufriendo pacientemente
cada una de las decisiones arbitrarias de los distintos gobiernos que dirigen
el país en cada una de las legislaturas. Da igual el color y la idea que
tengan, o los intereses camuflados que representen.
La sociedad necesita modelos
en todos los ámbitos y no los tenemos. No existen referentes, positivos que
imitar pues al final todos son decepciones por intereses o manipulaciones de la
verdad.
Ya no existe una verdad, ahora
existen tantas verdades como cabezas haya en un debate, da igual las evidencias
que aportes, es como hablar contra un muro.
¿De qué manera se traslada
toda esta situación a la sociedad, que día a día tiene que bregar para
sobrevivir y sacar a una familia adelante?, pues muy sencillo, dejarse llevar
por todo lo que le rodea de broncas y realidades paralelas mostradas en los
medios de comunicación que quieren servir de modelo equivocado para
generaciones a las que les hemos acostumbrado a no tener metas y aspiraciones
que alcanzar, al final para los más jóvenes lo importante es satisfacer lo
inmediato, el aquí y ahora.
El ayer es pasado y mañana ya
vendrá, la mentalidad hedonista de las nuevas generaciones se basa en pasarlo
lo mejor que pueda, sin pensar en las consecuencias de los actos y acciones.
Pero lo cierto es que, queramos
o no queramos, nuestros hijos al final son lo que los padres les han dejado ser
en cada una de las etapas evolutivas. Cada generación ha sido marcada por la
formación y aspiraciones de sus familias y de la sociedad
No sirve de nada lamentarse
cuando los hijos llegan a edades adolescentes y hacen lo que quieren, porque
han tenido unos padres permisivos, que no han sabido poner los límites
necesarios cuando era preciso.
Cuando llegan a edades en las
que tienen que tomar decisiones trascendentes sobre su futuro se encuentran con
infinidad de puertas cerradas por ellos mismos, al no haber tomado las
decisiones oportunas en cada momento porque nadie les dirigió de forma adecuada
y por haber sellado a lo largo de su corta vida esas puertas de conocimiento,
de responsabilidad, de esfuerzo y de sacrificio, amén de otras que eran
necesarias para forjar el futuro de cada uno.
Cuando llega el momento de
buscar responsables, lo fácil es poner el ventilador y culpar a todos, menos a
quien tiene que asumir sus errores por las decisiones fáciles que no llevaban a
nada, estamos acostumbrando a que nuestros hijos no se frustren, ni aprendan de
sus errores para que se puedan superar, pero claro eso supone sacrificio y
constancia de los tutores legales a lo largo de los años, no en un momento de
puntual.
Estamos viendo todos los días
a familias que están perdiendo el norte, porque no quieren que sus hijos
crezcan, quieren bebés hasta los 18 años (mientras no les den problemas) y ya
después quieren que vuelen solos, sin que nadie le haya enseñado a ser
autónomos, porque nunca les han dejado.
Es muy doloroso ver como
jóvenes te dicen que quieren ser ingenieros, médicos, arquitectos, economistas,
abogados, etc., sin querer estudiar, ni prepararse, muchos de ellos quieren lo
fácil, en algunos casos recurriendo a métodos que rayan en la ilegalidad,
total: “lo importante es aprobar”. Así mi familia no se enfada conmigo.
No se ha conseguido que los
jóvenes alcancen la madurez suficiente para comprender que, sin los
conocimientos mínimos necesarios, jamás podrán aplicar cualquier aprendizaje.
La forma de adquirirlo es lo que ha cambiado a lo largo de los años y es ahí
donde juega un papel fundamental las familias y los centros educativos.
Pero en la actualidad con
tanta crispación generalizada y desmotivación hacia el futuro, está generando
desconfianza y da la impresión de que las familias ven a los centros educativos
y a sus docentes como dianas a las que culpar de todos los errores que han ido
cometiendo a lo largo de los años con sus hijos.
La docencia es una profesión
de alto riesgo, que no está suficientemente pagada, ni reconocida por nadie.
Todo el mundo se hincha la boca diciendo lo importante que es la educación para
el futuro de un país o de las futuras generaciones, pero resulta que en este
país todos saben más de educación que el propio docente que ha estudiado una
carrera y que ha estado forjando con el paso de los años una experiencia
docente junto a la formación permanente, que les va a ayudar a ser mejores
profesionales.
Ya se está dando el caso de
que haya docentes que tengan reparos en asistir a las tutorías con las
familias, puesto que ya las familias no quieren escuchar para mejorar y
colaborar, ahora son muchos los que vienen a decir a los docentes como tienen
que dar clases a sus hijos, porque ellos conocen más a su hijo, quitando
cualquier tipo de credibilidad al proceso de aprendizaje que se está llevando.
Dentro de ese proceso de
involución que se está produciendo, nos encontramos con familias que su exceso
de proteccionismo llega a límites insospechados, que, si fuera por ellos, se
presentarían a las pruebas de las distintas materias para que su hijo en casa
tenga todo el tiempo del mundo para jugar, porque los niños deben estar siempre
jugando o viendo la televisión, el móvil o la tablet.
Es necesario que nos paremos todos
un instante y veamos realmente qué es lo que se tiene que hacer en este proceso
de educación permanente de un hijo y no dejarse llevar por la comodidad del
momento. Por el bien de las futuras generaciones tenemos que buscar
alternativas reales para todo lo que estamos viviendo en este mundo de
contradicciones, nos estamos jugando el futuro de nuestro país con la educación
mal entendida.
Solo espero que sepamos
reconducir esta situación por el bien de todos, no se puede seguir viviendo la
educación en España como la implantación de leyes según el color del gobernante
de turno y de una sociedad crispada y con pérdida de valores de forma
permanente. Este no es el país que queremos.