Llevamos años diciendo que la
educación y los valores de los alumnos comienzan desde casa, que si la familia
no tiene clara la línea que quieren para el futuro de sus hijos, difícilmente
la sociedad o los colegios van a dar lo que los padres o tutores legales no
tienen o no saben.
Es cierto que hay de todo,
como en la viña del señor, pero ¡qué mala suerte tenemos los docentes!, que
siempre nos tocan todos los casos de familias complicadas y difíciles de
resolver y a medida que los hijos crecen, las situaciones se vuelven más
complejas y las familias menos receptivas.
Si nos ponemos a buscar
culpables, seguramente los encontramos donde nos interese para ahondar en todas
las grietas que tenemos en esta sociedad occidental hedonista del siglo XXI, en
la que ya no se puede corregir a los niños, puesto que se van a frustrar.
Por desgracia se está
generalizando de forma exagerada las familias excesivamente permisivas y
proteccionistas de sus hijos de forma innecesaria y de respaldar conductas
inadecuadas en cualquier momento, justificando acciones perjudiciales para los
demás y señalando que si su hijo dice algo impropio o hace acciones
inadecuadas, es porque son cosas propias de los niños.
Son cosas propias de los niños
que apedreen e insulten a compañeros y a profesores, son cosas propias de los
niños que hagan lo que quieran en cualquier lugar, son cosas propias de los
niños que no respeten la propiedad privada, porque aquí todo es de todos y por
consiguiente pueden romper el mobiliario urbano y acceder a los recintos
cerrados, porque no están vigilados. Son cosas propias de los niños que
desconozcan los valores y principios democráticos y que solo entiendan justificado
por los padres, que libertad es coger lo que quieren del prójimo sin su
permiso, alegando siempre desconocimiento de las normas de funcionamiento de
nuestra sociedad.
De verdad me duele tanto lo
que está ocurriendo en todos los ámbitos, que sinceramente si hubiera una zona
del planeta que no hubiera tanto imbécil catedrático de todo, me iría para no
tener que ver día tras día tanta estupidez de adultos que no saben ser lo que
tienen que ser, personas razonables y con criterio y sentido común, pero me doy
cuenta de que este es el menor de los sentidos que tenemos los humanos.
Aquí, ahora como ya no existe
el diálogo y el perdón, lo primero que hacemos es amenazar con judicializar
nuestras relaciones sociales y personales, cuando pasamos del diálogo y el respeto
a las personas que opinan diferente a mí.
Por desgracia, se está
reflejando en la sociedad el clima de la crispación e intolerancia que vemos en
nuestros representantes políticos. ¿Cómo vamos a pedir cordura y mesura a los
jóvenes y a sus familias, si los modelos elegidos democráticamente destrozan
todos los días cualquier puente de diálogo y consenso?
Da envidia sana ver como en
otros países de nuestro entorno europeo son capaces de aunar esfuerzos en
beneficio del país, sin estar tirándose los trastos y la famosa frase del “y
tu más”.
Hace años que desistimos de
crear las famosas escuelas de padres para tratar los temas que les preocupan a
los hijos y a los padres, porque cada vez que se hacía una, asistían siempre
los que menos lo necesitaban, pero que iban porque querían aprender y estar
preparados para las distintas situaciones que se van a ir produciendo con la evolución
biológica e intelectual de sus hijos. Pero como en todo lo que vemos en esta
sociedad del siglo XXI, aquí tenemos padres catedráticos sin preparación ni experiencia de
padres, que saben más que los maestros, que saben más que los médicos, que cualquier
especialista, cuyos manuales de referencia son el todopoderoso Google y los
grupos de WhatsApp de la clase de su hijo, sí como los programas de debate
intelectual de Sálvame Deluxe u otros análogos en diferentes cadenas.
Sinceramente, con esta materia
prima poco vamos a conseguir para preparar a nuestros líderes de las próximas
generaciones, pues con estas lides vamos a tener que lidiar nuestro futuro y
qué miedo me está dando, todo recaerá en unos pocos que sus familias han sabido
educar a sus hijos. Podemos tener confianza, pero también vemos la realidad que
nos está sorprendiendo cada día y las posturas de no saber afrontar el presente
y mucho menos el futuro. Pues eso es lo que nos encontramos hoy en día, con
padres y madres que están sentados a un burro, pero justo mirando al lado
contrario, al trasero del burro
En este momento tendría que
ocurrir un milagro para que se revierta todo lo que estamos viendo en la
educación de los jóvenes y adultos. No existe interés colectivo de cambio y que
todos sumemos en vez de restar.
No es una cuestión de títulos,
sino de valores para conseguir que esta crisis por la que estamos comenzando a
caminar y por lo que veo este camino por el desierto se está haciendo muy largo
y pesado, si no ponemos remedio a este caos de vida que llevamos. Me da igual
quien gobierne, ellos son el problema, no la solución.
El otro día escuché decir a
una compañera que le dolía ver que ella había vivido mejor que sus padres, y
que sus hijos iban a vivir peor que ella y que sus abuelos. Esta es la sociedad
que hemos creado entre todos, pensando que dejábamos todo bien consolidado y la
verdad es que todo se ha ido al traste, no se puede hacer ninguna planificación
de la vida de nuestros hijos, porque no hay nada seguro.
Actualmente sobrevivimos lo
que nos dejan y cada 4 años nos dicen que acudamos a las urnas para cambiar y
al final está todo peor, porque nadie piensa en la colectividad, solo se miran
el ombligo.
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