Sillería de coro del Monasterio de San Benito el Real, realizada en madera de nogal policromada entre 1525 y 1529 por Andrés de Nájera y otros maestros como Felipe Bigarny y Juan de Valmaseda |
Artículo publicado el 6 de octubre de 2025 en la pagina 20 de la sección de opinion del periodico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria
Llevamos muchas décadas debatiendo
en todos los ámbitos de nuestra sociedad, cuál es la mejor educación que deben
recibir nuestros alumnos para los tiempos que les va tocar vivir y por los
resultados que vemos, está claro que nadie se pone de acuerdo, ni la
Administración educativa, ni las familias, ni los especialistas son capaces de
poner las bases metodológicas e ideológicas necesarias. En educación existen
distintos intereses que están contrapuestos con las mentalidades e ideologías
de cada uno, así como los planteamientos de vida que se proponen acorde a cada
momento que no llevan a nada, nadie da un paso realmente eficaz para
implementar las propuestas que los profesionales de la educación sugieren impidiendo
que se alcance un verdadero acuerdo de Estado en esta materia. Nadie es capaz
de adelantarse y proponer alternativas reales, porque tenemos un mundo
cambiante, contradictorio y en constante movimiento, todos tienen miedo a
equivocarse y ser criticado por los contrarios.
Casi todo está escrito y solo
hay que mostrar un mínimo de interés para que el mundo se mueva y en educación
el movimiento no se va a percibir jamás de forma inmediata. Tendrán que
transcurrir generaciones para ver el fruto las medidas que se establezcan
ahora, pero lo cierto es que no nos podemos quedar con los brazos cruzados
nadie, incluyendo a instituciones, centros educativos, familia y sociedad,
todos somos partícipes importantes en la educación de nuestros hijos, nadie
puede mirar para el lado contario.
Estamos en la época de poner
en duda absolutamente todo, todos opinan sobre todo y consideran que su idea
sobre el funcionamiento de cualquier apartado es más válida, que la del
profesional que se formó para ejercer dicha profesión. Todo es cuestionable y
nadie está exento de estos juicios por parte de profanos. Padre Google, las
redes sociales y ahora la IA (Inteligencia Artificial), nos dan el guion de los
principios de lo que deberían ser las verdaderas respuestas, el factor humano y
personal pasa a un segundo plano. Muchos se llenan la boca de neurodidácticas,
y metodologías alternativas novedosas en el campo educativo, que no son malas,
pero nadie ha puesto las bases reales de lo que tiene que controlar e
interiorizar un alumno independientemente de los contenidos mínimos
curriculares, que además eso se les olvida una vez que lo estudian para
examinarse. Hablamos de los valores y conductas necesarias mínimas para que
todos los alumnos tengan unas habilidades con las que saber desenvolverse en
una sociedad independientemente del tipo de educación que hayan recibido.
Pretender hacer buenas personas entre todos, ya está bien de fomentar tanta
individualidad cuando dependemos los unos de los otros.
En medio de este debate existe
una gran realidad en el momento actual, aquí y ahora, con la gran pregunta:
¿qué están haciendo nuestros hijos en las aulas en este momento?, ¿Qué hacen
los docentes para mantener a nuestros hijos activos, creativos y productivos
durante la jornada escolar?, ya no se pregunta a los hijos ¿qué has aprendido
hoy?, ¿cómo podrías aplicar lo aprendido en el día a día?, ¿respetas a tus
compañeros y tus compañeros te respetan a ti?
Por el contrario, las
preguntas y respuestas que reciben los alumnos cuando son recogidos por sus
familiares son: ¿qué comiste?, ¡si te pegan, respóndele!, ¿sigue el profesor X
llamándote la atención?, ¿los compañeros se quejan de que es mucho contenido
para el examen?, ¿te dejaron entrar en el cole con esas pintas que llevas de
desaliñado?, ¡te llaman la atención solo a ti!, ¡me voy a quejar al director/a
del colegio!,
Estas preguntas solo son lo
que se puede ver del gran iceberg que es la educación en el aula y fuera de
ella día a día y de las respuestas lógicas que van dando en función de cada una
de las situaciones personales y familiares de los alumnos, del espacio físico
en el que se muevan y del momento del día que se viva.
No sé cómo manifestarlo ya,
pues la situación es muy grave, por supuesto que es muy bueno hacer niños
felices, pero eso no tiene nada que ver con tener niños ignorantes y
maleducados, sin valores, ni metas a corto ni largo plazo, ellos están en el
colegio porque primero es un deber como ciudadano, segundo porque sus padres
les han obligado, pero ellos no tienen el convencimiento de que gracias a los
estudios podrán conseguir lo que se propongan en la vida. También es triste ver
la imagen que existe hoy en día, que tenemos la juventud mejor preparada de
nuestra historia y existe un número muy importante de ellos haciendo trabajos
para subsistir como sirviendo en bares y en cajeros de supermercados (que son
trabajos muy dignos) y la solución nos es ir a abrazar a los extremismos con
sus cantos de sirena aludiendo que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Ante muchas de las situaciones
que se están viviendo en las aulas con los alumnos, también los docentes
podrían hacerles muchas preguntas a las familias como, por ejemplo: ¿Qué hacen
los padres y las madres con sus hijos cuando los niños/as están fuera del
centro educativo, para que sus hijos/as lleguen al día siguiente a clase sin
los valores, hábitos y conductas mínimas necesarias para disfrutar del proceso
de enseñanza y de respeto hacia los demás?, ¿Están cumpliendo las familias con
todas las obligaciones que conlleva de ser padre/madre o delegan en terceras
personas haciendo dejación de responsabilidades por comodidad u obligación
laboral?
Estamos en la época de la
desconfianza hacia todos, sin respuestas claras, porque a lo mejor dichas respuestas
no me gustan, y quiero que se imponga mi verdad, porque escuchar puede conllevar
el esfuerzo de asumir la verdad de los demás, dándose la situación en la que
opinar de forma distinta separa a las personas.
Ser padres y madres supone un
trabajo con los hijos y una responsabilidad, que no todos están dispuestos a
seguir, porque es muy duro ser padres los 365 día del año, las 24 horas al día
y el resto de las vidas de sus hijos.
Hay padres y madres que su
reflexión está fundamentada en el egoísmo personal, pues su planteamiento se
basa en que la vida de sus hijos será compartida temporalmente hasta que dejan
la vivienda familiar y forman su propio hogar, que a quien tienen que dedicar
más atención es a su pareja, que compartirá su jubilación. El nivel de
implicación de los padres con la vida de los hijos la da el cariño y la
educación con que los hayas educado. Pero la respuesta de los hijos en los
últimos años de vida de los padres está en función del acompañamiento y el
cariño que se haya tenido con ellos a lo largo de toda su existencia. Lo cierto
es que cada familia está convencida que todo lo que ha hecho es lo correcto a
lo largo de la vida de sus hijos, acorde a su nivel de conocimiento, intereses y
valores de vida en la educación en el hogar. Está claro que, para recoger los
frutos, al final siempre hay que sembrar, de lo contrario durante los últimos
años de nuestras vidas, nos veremos rodeados de funcionarios de instituciones
geriátricas, que atenderán nuestras necesidades físicas, pero no sabemos si
tendremos el necesario cariño y compañía de nuestra familia.
Esta sociedad hedonista que
hemos ido creando en estas últimas décadas nos ha ido derivando hacia un ser
humano más egoísta, materialista y egocéntrico, sin atender a lo que
verdaderamente se necesita en el ámbito familiar, como en el social. Nos hace
falta que se inculque desde que somos pequeñitos más valores sobre la ayuda
desinteresada al prójimo, haciendo ver que nuestras buenas y malas acciones
siempre tienen unas consecuencias para todos los que nos rodean, por
consiguiente, lo que no desees para ti, no se lo hagas a los demás.
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