Paisaje con la destrucción de Sodoma y Gomorra Rotterdam, Museo Boijmans Van Beuningen 1520 . Obra de Joachim Patinir |
Artículo publicado en la página 22 de la sección de Opinión en el periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria
En
estas últimas semanas las universidades de las distintas Comunidades Autónomas
han publicado las notas de la EVAU/EBAU de los alumnos que habían superado el
curso de 2º de Bachillerato y se examinaban para poder acceder el próximo curso
a estudios universitarios.
Lo
cierto es que esos resultados no sorprendieron mucho, pues si bien se habían
incrementado el número de alumnos presentados, se produjo un descenso en el
porcentaje de aprobados y peor aún, descendieron las notas medias respecto a
años anteriores. Parece como si las universidades nos echaran un jarro de agua
de realidad y nos han abierto los ojos, sobre el trabajo realizado en los
centros educativos en estos últimos meses. Si se realizara una evaluación
externa objetiva sobre los contenidos trabajados en las casas en el último
trimestre, probablemente nos llevaríamos una sorpresa bastante desagradable.
Haciendo
una reflexión sobre esos resultados, tenemos que partir siempre de la situación
vivida por toda la sociedad española con el confinamiento por el COVID-19 y sus
consecuencias para todo el ámbito estudiantil preuniversitario.
Hagamos
una pequeña línea del tiempo con los sucesos vividos y medidas que se fueron
tomando a lo largo de los cuatro últimos meses de curso académico que de forma
no presencial, los alumnos se fueron preparando por su cuenta en casa vía on
line (el que podía) y con la ayuda a distancia de sus profesores, que no podían
realizar el seguimiento diario presencial deseado, puesto que el feedback que
recibían a través de pruebas y ejercicios de los alumnos diariamente, en la
mayoría de las ocasiones no se correspondían a la realidad de los conocimientos
adquiridos, pues la picaresca entró en juego para entregar todos los
ejercicios, exámenes y trabajos, utilizando todas las ayudas externas que
podían y estaban a su alcance, era la ley de la supervivencia y lo que
interesaba realmente a muchas familias, a la administración y ante los medios de
comunicación era que los alumnos aprobaran, no que aprendieran.
Estamos
seguro de que este confinamiento, ha tenido unas consecuencias muy graves para
los alumnos, pues las enormes lagunas con las que se han quedado son
importantes, pero más importante aún, son los hábitos de trabajo y esfuerzo
personal que se han perdido y que hay que volver a retomar.
A
todo lo anterior se le añade que los docentes han tenido que jugar con unas
reglas de juego dictadas por las administraciones educativas, muy dirigidas
para que todo el trabajo que se realizó durante el tercer trimestre por los
alumnos se orientara exclusivamente a recuperar a los alumnos con evaluaciones
suspendidas del primer y segundo trimestre, y que los contenidos explicados
durante el último trimestre de la manera que fuera, jamás incidiera su nota
para suspender, pero si para redondear al alza. Además de tener que
reinventarse cada docente con los medios que tuvieran a su alcance para llegar
a sus alumnos y de aquella manera, hacer un seguimiento de todos y cada uno de
los mismos.
Además,
tenemos que añadir que el confinamiento nos ha hecho a todos que perdamos los
papeles y que para los alumnos que debían tener una rutina de trabajo diaria,
el esfuerzo cayó sobre todo en las familias, para que sus hijos se levantaran y
estuvieran delante del ordenador y en las etapas de Infantil y primer ciclo de
E. Primaria donde los padres tenían que acceder a los blogs elaborados por los
profesores y tenían que compaginar el teletrabajo en casa, con la atención,
supervisión, control y entretenimiento de sus hijos.
En
conclusión, ¿qué panorama es el que nos encontramos con todos estos
ingredientes?
Pues
la verdad es que cada familia vivió su propia historia, algunas con final feliz
y otros por desgracia, no fueron tan afortunados, pero la realidad era que los
alumnos debían seguir al pie del cañón y los profesores reinventándose y cumplir
con los plazos que marcaban las administraciones educativas como cualquier otro
curso normal hasta 1º de Bachillerato en el que el curso académico finalizaba
en la tercera semana de junio, salvo los alumnos de 2º de Bachillerato, que se
decidió aplazar los exámenes de acceso a la universidad para julio, cuando
tradicionalmente lo realizaban en la segunda semana de junio.
Todos
los docentes comentan que el próximo curso si la situación tiene cierta
normalidad, se tendrá que recuperar contenidos, habilidades y destrezas
necesarias para el proceso educativo de los alumnos. En caso de que se produzca
una situación análoga a la que vivimos con el confinamiento, va a ser un
desastre para todos, pues no es lo mismo tapar agujeros, que tapar océanos y
eso sería muy difícil de superar, de ahí que hayamos llamado a determinados
alumnos los de “la generación COVID 19”, por las lagunas académicas que se van
a encontrar y que con las facilidades para aprobar que se dieron, no se
volverán a repetir.
Esto
ha sido como aquel dicho que dice: “a rio revuelto, ganancia de pescadores” y
es que ha habido alumnos de secundaria que jamás pensaron en el primer
trimestre que iban a tener un curso aprobado en su totalidad, pero que gracias
a todas las ayudas y repescas que se hicieron, consiguieron que aprobasen,
aunque no quisieran. El índice de repetidores en los estudios preuniversitarios
ha bajado a unos niveles jamás visto en nuestro sistema educativo.
Con
todo lo dicho, tenemos que hacer una reflexión final sobre los resultados de
este final de curso, pues para sacar el mayor rendimiento de los estudios a un
sistema de trabajo autónomo, debemos tener todas las personas del ámbito
educativo otra forma distinta de concebir la educación, con otro tipo de
formación más responsable por parte de docentes, alumnos, familias y
administraciones educativas y con las herramientas necesarias para poder
desarrollar el trabajo asignado.
Hay
demasiadas preguntas y pocas respuestas, lo mismo que se ha estado haciendo a
lo largo de estos últimos meses y con esta situación inesperada y de caos para
todos, en el que nadie tiene respuestas coherentes. Nos viene por delante un
mar de dudas enorme ante el inicio del próximo curso escolar y no se puede repetir
la misma situación educativa llena de incertidumbres para todos los
protagonistas.
El sistema establecido por la Administración (EBAU/PCE) es frustrante, indignante y poco profesional, pero sobretodo injusto y poco flexible a las circunstancias. El profesorado se ha esforzado sin límites y ha dedicado casi el triple de tiempo para acabar temarios, hacer repasos y preparar en técnicas de examen a nuestros alumnos de 2º de Bachillerato. No es sólo una crisis sanitaria y económica es una pandemia educativa en todos los sentidos. Gracias Ignacio por transmitirlo
ResponderEliminarMuy acertada tu reflexión, no puedo estar más de acuerdo. Sobre todo con la "picaresca", pues es una realidad que hay que aceptar, no solo que existe, sino luego las consecuencias de la misma: no adquisición de conocimientos!
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