La familia de Carlos IV.(1800).Óleo sobre lienzo. Obra pintada por Francisco de Goya y Lucientes. Museo del Prado |
Artículo publicado en las páginas 24 y 25 de la sección de opinión en el periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria
Está
claro que nos está tocando vivir un periodo de nuestra historia que va a marcar
el futuro de nuestra civilización. Ya no hace falta un atentado terrorista o una
guerra violenta que perdure en el tiempo para que se produzcan miles de muertes
y los pilares de la economía de todos los países se desmoronen.
En
todos y cada uno de nosotros está influyendo de manera muy especial los
acontecimientos que estamos viviendo como consecuencia de esta pandemia
mundial. Por desgracia, los cambios que se están produciendo en la mayoría de
la población son de carácter negativo, pues se están elevando los índices de
irascibilidad de forma general en el conjunto de la ciudadanía, llegando en
numerosos casos a la estupidez.
Dicen
que realmente se conoce a la persona como es, cuando se encuentra en los
momentos difíciles y cuando tiene que tomar decisiones.
Hemos
iniciado un nuevo curso escolar marcado por los brotes de la COVID -19 y de
todas las medidas extraordinarias que se han tenido que tomar, para que prevalezca
la presencialidad de los alumnos en las aulas. Medidas que nunca lloverán al
gusto de todos, pero que se deben establecer como requisito para garantizar al
máximo la seguridad sanitaria y el desarrollo de un curso académico complicado
para los alumnos, familias y profesores.
Lo
cierto es que todo se podría hacer mejor, pero lo único que tenemos claro es
que aprendemos cada día de nuestros errores, aunque lamentablemente ya han
pasado demasiados días.
Tras
realizar esta introducción, somos consciente de las verdaderas dificultades que
se están encontrando en la actualidad los centros educativos que tienen niños
de todas las edades en donde se han tenido que buscar nuevos espacios, docentes
cualificados y medios para seguir funcionando de la mejor manera posible,
teniendo en la mente un solo mensaje:” que el virus no entre en el grupo de
convivencia, para poder desarrollar los contenidos curriculares y poder educar
a nuestros alumnos”
Por
otro lado, y de forma tangencial, nos estamos encontrando situaciones
pintorescas o surrealistas dentro de las aulas y las sobrevenidas fuera de
ellas originadas por muchas familias, en donde muchas no son conscientes de la
gravedad de lo que está sucediendo en el día a día y que su única preocupación
es que, en los nuevos agrupamientos originados por disminución de ratios,
pongan a su hijo con los amiguitos del curso pasado y que no prevalezca el
sentido común como criterio pedagógico.
Y
que se utilicen todos los argumentos manipulados para justificar sus exigencias
particulares, sin contemplar la excepcionalidad del momento y de la urgencia
sanitaria que vivimos.
Parece
que no se acuerdan de aquel confinamiento que recientemente vivimos durante
meses y de las 30.000 muertes que hemos sufrido hasta la fecha. Da la impresión
de que a muchas familias lo que le importa no es la salud de su hijo y de los
familiares que conviven y pueden enfermar, sino solamente que quieren que su
hijo esté con un amigo, porque llevan 6 meses sin jugar con él.
En
algo nos estamos equivocando en todos los procesos de nuestra vida, cuando los
adultos que no saben ejercer con la responsabilidad sus funciones que se
presupone que deben tener y remar en el mismo sentido para hacer ver a sus
hijos que esta situación excepcional es grave y temporal, hasta que no
consigamos tener una vacuna.
No
sé cómo hacer ver a esas personas egoístas, que esta situación no la ha buscado
nadie y que siempre vamos a ir por detrás de ella, que jamás nos anticiparemos,
si los intereses de los principales protagonistas están encontrados.
Si
ya en condiciones normales sin la COVID -19 la utilización de las redes
sociales por parte de algunas familias era nefasta, porque se dedicaban a
valorar el trabajo de los docentes sin saber la realidad de los hechos y las
decisiones de los centros sobre cualquier aspecto, ahora van creando grupos de
opinión con afirmaciones falsas sobre supuestos inexistentes y aumentando la
desconfianza entre otras familias en estos momentos de incertidumbre general,
en donde todo cambia repentinamente y se deben tomar decisiones inmediatas.
Deberían recibir un poco de su propia medicina, para que vean las consecuencias
nefastas que pueden tener afirmaciones falsas, manipuladas y sacadas de
contexto.
La
pandemia y el confinamiento han hecho que los ánimos estén caldeados en todos
los ámbitos y que nuestra capacidad de reacción sea menos tolerante e
intransigente que antes del confinamiento, por
lo que veo será muy difícil que las aguas vuelvan a su cauce en mucho tiempo.
Son muchas cuestiones externas e internas que no ayudan en nada: ERTES,
confinamientos forzosos, pérdida de libertad en pro del beneficio común,
restricciones, cierres de empresas, actividad económica desastrosa que origina
un alto índice de paro, familias desestructuradas, pérdida de familiares por el
virus y un largo etcétera.
Con
este panorama podemos entender muchas cosas que están ocurriendo, pero no
podemos permitirnos el lujo de perder la confianza en los educadores y centros
educativos que están dando todo para que se pueda desarrollar la actividad
lectiva con los alumnos de la mejor manera posible, consiguiendo formar con un
gran esfuerzo y expuestos al virus.
Durante
el Estado de alarma, aplaudimos a todos los sanitarios, Fuerzas de Seguridad
del Estado y trabajadores que hicieron posible que continuásemos en casa
gracias a sus servicios. Nadie recordaba a todas esas personas que desde casa
estaban cada día en remoto trabajando con las limitaciones que teníamos, para
que nuestro país siguiera adelante. Ahora tenemos al pie del cañón a todos los
docentes que cada día conviven con miles de alumnos, arriesgando su salud
expuesta a potenciales contagios y que dependen de la responsabilidad de que
las familias fuera del horario escolar sigan manteniendo las medidas
higiénico-sanitarias y así evitar cualquier contagio, nadie está fuera del
bombo.
Por
la seguridad de los niños se está haciendo lo imposible, buscando espacios para
que se respeten las distancias y que durante la jornada escolar se puedan
mantener todas las medidas sanitarias para evitar cualquier contagio.
Por
otro lado, nos estamos encontrando con el muro de muchos padres que es algo que
no estaba en los planteamientos de ningún educador, pero que tenemos que
afrontarlo con la mayor serenidad posible, para evitar situaciones conflictivas.
La tolerancia no significa que tengamos que soportar todos los improperios que
se les ocurra en un momento de calentón mental, por aquello de la libertad de
expresión, o que les cogió
en un mal momento.
No
se puede, ni se debe permitir que haya padres que delante de sus hijos se
dediquen a increpar a los docentes o responsables de centros educativos, por
aplicar las resoluciones dictadas por la administración educativa para la
seguridad de todos.
Me
duele ver como todo lo que se había conseguido antes del confinamiento, se ha
desmoronado como si de un castillo de naipes se tratara.
Nada
será igual a partir de ahora, todo costará más por la gran desconfianza que se
ha instalado en nuestra sociedad.
En
estos momentos, nada permanece y todo es tan cambiante, que da miedo tomar una
decisión que deba perdurar, pues seguro que te equivocas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu aportación.