Obra realizada por Ignacio Pardo Luzardo. Madrid 2018 titulada "el bosque animado" Colección privada |
No
es raro ver a las puertas de los centros educativos, en reuniones de cumpleaños
o en cenas de amigos que comparten colegio de sus hijos, que uno de los temas
del menú es poner a caer de un burro a los docentes que están atendiendo a sus
hijos y al colegio en el que están, sin haber tenido ninguna entrevista con el
tutor o con los responsables del centro que pudieran contrastar una respuesta a
su posible duda o queja puntual. Lo más fácil es difamar a través de los grupos
de WhatsApp y si le llaman del colegio por sus afirmaciones les responderá que
fue en un momento de calentón descontrolado.
Todavía
nos acordamos cuando nuestros padres nos decían que cuando ellos iban al
colegio y si los abuelos recibían una nota de su profesor, estos además les
echaban una bronca. En la actualidad sin llegar a esos niveles de exigencia,
puesto que no corresponde con la época que estamos viviendo, nos estamos
pasando al polo opuesto, si ahora llama desde el colegio o manda una nota el
tutor o profesor a un padre para tratar de cualquier incidente ocurrido con su
hijo en el centro, lo primero que se hace por parte de muchísimas familias es
ver cómo pueden justificar las acciones de su hijo, sin tener en cuenta todo lo
demás, sin pensar realmente cómo se le puede ayudar.
Partimos
de una realidad y es que la educación se basa fundamentalmente en la necesidad
de la coordinación de sus tres pilares alumnos, familia y docentes sin ellos es
imposible que prospere, y si no existe un diálogo y una coordinación
constructiva entre ellos, no se podrá sacar nada positivo. Somos todos
personas, aunque a alguna de las partes se les olvide por el camino, que
buscamos lo mejor para sus hijos, pero muchas veces se confunden los papeles y
roles que jugamos en esta vida. Solo quiero volver a recordar, que la mayor
riqueza de un país es su educación y los valores que se inculcan a los niños,
pues son los que van a dirigir los países en el futuro, ahí nos daremos cuenta
de los que se lo toman en serio, o simplemente sus hijos están en los centros
educativos porque les obliga la ley.
Hace
muchos años me encontré delante de una familia que su hijo ya de dieciocho años
les echaba en cara, que la vida de parásito que estaba llevando en esos
momentos era por culpa de los padres allí presentes, que no le exigieron y le
permitieron hacer lo que él quería cuando era un adolescente. Lo triste, es que
nos estamos encontrando muchos alumnos como estos y de padres que piensan que
su labor terminó cuando su hijo se puso reivindicativo y contestatario contra
ellos y todo el sistema, tirando la toalla pensando que los golpes de la vida
sean quienes les coloquen en su sitio., y no se dan cuenta que cuanto más tarde
se solucionen los problemas será peor el resultado.
Independientemente
de los contenidos que se tuvieran que trabajar en cada una de las etapas, cada
docente lo va a hacer de la mejor manera posible y que él conoce, podríamos
debatir si aplica o no la mejor metodología y utiliza todos los medios de los
que dispone. Toda la vida hemos tenido profesores y maestros que nos han
gustado más o menos y algunos nos han dejado huella positiva y los recordamos
con cariño y hay otros casos que ocurre lo contrario, pero al final el colegio,
como todo lo que nos ocurre, es una lección de vida, somos lo que hemos vivido
y trabajado, en donde te vas a encontrar de todo, como ocurre en el entorno
laboral de todo el mundo. Lo que si pedimos al sistema educativo y a las
familias, es que contribuya con las herramientas necesarias para poder afrontar
los distintos retos a los que se tendrán que enfrentar los jóvenes cuando
finalicen sus estudios básicos en la época que corresponda.
Parece
que estamos olvidando todos para qué estamos aquí las familias y los docentes,
esto no es una lucha de a ver quién puede más, sino que cuanto más estemos
remando en el mismo sentido, más avanzaremos en el sentido correcto, sobre
todos los alumnos. En cuanto a los contenidos son los que marca le legislación
y hay que trabajarlos, la metodología empleada y los valores que les acompañan,
son añadidos personales e
institucionales que nos diferencian. La verdad absoluta no existe por parte de
nadie, los docentes tienen sus razones y las familias tienen las suyas, pero
hay que confluir en un punto común que es su hijo. Vivimos en la sociedad en la
que se cuestiona absolutamente todo lo que se hace, da igual que sea docente,
médico, abogado, arquitecto o quien sea, esa es nuestra triste realidad y la
verdad es que todo es relativo, lo que es bueno para unos, para otros no lo es.
Todo es cuestión del cristal con que lo mires o como lo estés viviendo.
La
realidad es que sus hijos se pasan la mayor parte del día despierto en el
colegio de lunes a viernes y las familias ponen en manos de los colegios lo que
más quieren en esta vida que son sus hijos. Eso no significa que los centros
educativos tengan que ser los únicos que eduquen a sus hijos. Los niños tienen
que venir de casa con unos valores y una educación y en los colegios los forman
y los preparan y los controlan para que sean lo más felices posible para que
adquieran los objetivos académicos y de valores de socialización que tienen que
alcanzar con cada uno de ellos.
La
interacción entre familia y colegio es fundamental, desde las etapas tempranas
hasta los mayores de la ESO y Bachillerato, cuando un docente solicita mantener
una reunión (tutoría) con las familias para tratar sobre la evolución de su
hijo en lo que va de curso y analizar las medidas correctoras de forma conjunta
para que el futuro de su hijo se retome en la línea que necesita, hay que tener
en cuenta que en esa reunión no se pretende departir con una persona para
hablar sobre el sexo de los ángeles, sino que se va a hablar de su hijo, de
nadie más y de cómo podemos ayudarle en todo lo que sea necesario, contado
siempre con la indispensable ayuda de la familia. A esas reuniones solo hacen
falta dos cosas la preparación por parte del docente de lo que se quiere
transmitir con las posibles soluciones que se propondrán y por las familias una
actitud de escucha constructiva y colaboración para mejorar la vida escolar de
su hijo.
Todas
estas situaciones de enfrentamientos o malos entendidos de las familias con los
centros educativos de sus hijos deben desaparecer y reconducirse, ni los
docentes son dioses que jamás se equivocan, ni los padres son seres
omnipresentes que pueden justificar todas las malas acciones de sus hijos, sin
consecuencias educativas y que menosprecian el trabajo que realiza el docente
en el aula.
Estamos
viviendo un momento de crispación generalizado en todos los ámbitos de nuestra
sociedad, comenzando por nuestros representantes políticos en los principales
órganos de representación de la democracia española y todo ese ambiente se
traslada al resto de las relaciones entre los distintos ciudadanos de este
país. Si antes era malo, ahora es peor y este es el caldo de cultivo con el que
tenemos que lidiar. Por supuesto que todo se traslada al ámbito educativo, los
colegios son un fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos, y a los que
trabajamos en las aulas nos resulta cada vez más complicado tener que formar a
niños que vienen alentados desde casa con mensajes equivocados, violentos y
destructivos.
La
solución está en manos de todos y nadie quiere ponerle el cascabel al gato, con
las medidas que se tienen que tomar para solucionar esta situación, porque
seguramente serían impopulares para una parte de la sociedad. En educación la
democracia no consiste en que nos den café para todos, sino que tengamos las
herramientas necesarias para que nuestra juventud pueda abrirse camino en una
sociedad libre, plural y democrática y que tenga las oportunidades necesarias
en función de su esfuerzo personal, atendiendo las necesidades de cada uno.
Obra fotográfica realizada por Ignacio Pardo Luzardo Madrid 2013 "Arquitectura confusa" |
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