Obra realizada por Ignacio Pardo Luzardo en 1974 titulada "la percepción de los mundos paralelos". Colección privada. |
Artículo publicado en el periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria de hoy 22 de mayo en la sección de Opinión página 25.
Llevamos muchos años
lamentándonos de infinidad de aspectos que se relacionan con la educación de
nuestros hijos y alumnos en general y al final siempre se llega a la misma
conclusión, que el sistema en el que vivimos y la crispación política está
invadiendo todo y nos están confundiendo poco a poco.
En la sociedad en la que vivimos,
siempre hemos tenido la mala costumbre cuando vemos algo que no está bien, de
mirar justo al lado contrario de donde debemos mirar para encontrar la
solución. Todos echamos balones fuera señalando la culpa a los demás, nadie
analiza objetivamente qué es lo que se está haciendo bien, mal o regular para
mejorarlo o rectificarlo.
Si no conseguimos interiorizar en
la mente de todos y cada uno de los habitantes de este país, que la educación
es el único motor evidente que nos va a hacer salir de la ignorancia, de la
manipulación y de la dependencia de los demás, jamás veremos la importancia
para el futuro y presente de las generaciones que se formarán y se están
formando en este país.
Duele ver cómo hay generaciones
que se enorgullecen del desconocimiento supino que han alcanzado tras pasar por
una educación obligatoria que no ha llegado a ninguna parte del cerebro y que
no saben aplicar los mínimos saberes que se les impartieron en su día durante
su edad escolar. Culpables somos todos, porque viendo lo que está pasando, no
se han tomado las medidas desde el origen para corregir todos los defectos que
se han detectado desde hace muchísimo tiempo. Buscar cabezas que cortar no
tiene sentido, si nadie reconoce los errores cometidos desde los inicios en
este ámbito y todas las repercusiones que está teniendo. Los tiempos y las
demandas han ido cambiando con el paso del tiempo y aquí nadie se ha planteado
adaptar la educación a la realidad que nos está arrasando en todos los ámbitos
social, personal, laboral, económico, político, estratégico, etc.… Podríamos
justificar lo injustificable, pero esta es nuestra realidad.
Nada es inmutable y todo está
cambiando para quedarse. Pensar que antes se vivía mejor es una falacia, pues
eso dependería desde la perspectiva económico social de cada uno y como
consecuencia, cada individuo vivía su vida según las cartas que le hubiera tocado,
igualdad de oportunidades pocas.
La única manera de mejorar y
luchar contra lo que no queremos es con la educación, el conocimiento, la
cultura e igualdad de oportunidades. Aunque hoy en día esté todo en internet,
pero si yo no sé lo que quiero, ni como buscarlo, ni para qué lo quiero, da
igual que exista la Inteligencia Artificial (IA) o cualquier plataforma de
internet, es como estar perdido en un bosque y no saber para qué sirve el
bosque, ni tener ni idea de cómo salir del mismo.
Muchos se preguntarán y ¿cómo
puedo hacer yo desde mi ámbito individual y familiar para que todo esto pueda
cambiar?, pues lo primero es darse cuenta cada uno desde donde partimos y
reconocer con humildad las limitaciones que se tienen, para corregirlas y asimismo
es necesario una mayor implicación e interés en la educación de sus hijos,
acompañándolos y escuchándolos para que entre todos podamos hacer buenos
ciudadanos con la cultura, el conocimiento, el interés y la creatividad
necesaria para cambiar este mundo que nos ha tocado vivir, haciéndolo un poco
más humano y respetando todas las diferencias.
No podemos estar esperando siempre
que sean los demás los que se equivoquen con reflexiones acomodadas diciendo:”
mientras mi hijo esté feliz y no tenga problemas, yo no intervengo”. Esta forma
de pensar es la que han tenido nuestros padres y muchas familias en la
actualidad y estamos heredando esa comodidad en perjuicio del futuro de
nuestros hijos. No consiste en limitarse por parte de las familias a preguntar
a sus hijos cuando llegan de colegio qué es lo que comieron, o si algún
compañero/a les golpeó en el patio, es interesarse realmente por él, por lo que
aprendió ese día, por las nuevas amistades que hizo, por cómo se siente y cómo
puede mejorar cada día si se esfuerza un poco más, por enseñarle como debe
superar la frustración cuando algo no le salga bien o haya perdido en un juego,
por hacerles ver que siempre van a estar con él en los buenos y los malos
momentos. Enseñarles que los límites son necesarios dentro de un proceso de
aprendizaje, que todo no vale y sobre todo que el colegio elegido por la
familia es una continuación de la educación que reciben en casa, por lo que
tienen una máxima confianza durante lo que se hace durante la jornada escolar.
Puede que haya alguna familia que
se considere que no está cualificada para hacer otra cosa, porque no tiene la
preparación necesaria, pero esto va más allá, es un cambio radical en la manera
de interactuar las familias con los centros educativos, en resumidas cuentas,
una mayor implicación por el bien de sus hijos. El diálogo y el consenso entre
familia y colegio es la mejor manera de implicarse en el futuro de sus hijos.
Lo que no consigan arreglar cuando sus hijos son pequeños, difícilmente lo van
a enderezar cuando sean adolescentes o aún mayores.
No tenemos la misma sociedad que
hace 20 o 30 años, por lo que no podemos utilizar los mismos planteamientos, ni
somos los mismos, ni los niños responden igual que hace tres décadas y además existen
infinidad de elementos externos que están distorsionando todas las realidades
individuales y que debemos incorporar a sus vidas de manera ordenada y con un
sentido práctico dentro de una sociedad plural que debe volver a encontrarse
con una meta democratizadora común.
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