Foto realizada por Ignacio Pardo Luzardo |
Últimamente, estamos
redefiniendo todas y cada una de las profesiones y especializaciones como
consecuencia de los cambios tan abismales que se están produciendo en nuestra
sociedad por la evolución en la que estamos inmersos, sin pararnos a hacer un
filtro de todo aquello que podamos aprovechar y que ha dado resultados. Como
quiera que es una utopía que nos pongamos de acuerdo con un pacto entre todos
los partidos sobre la educación que queremos para las futuras generaciones,
vamos a centrarnos en el pilar más importante sobre el que se está cimentando
la educación de nuestro país, ese pilar es el docente.
A los docentes con ciertos
años de profesión y a otros que se apuntaron al carro pensando que sería más
sencillo la labor de la enseñanza, les ha venido de repente un tsunami
metodológico, ideológico, pedagógico y de forma de trabajar con los alumnos y
sus familias, que les está cogiendo con el paso cambiado, al igual que ocurre
con los planes de estudio diseñados en las universidades para los presentes y
futuros enseñantes.
Se ha hablado mucho de la
importancia que ejercen los docentes sobre los alumnos en las distintas etapas
educativas, pero lo más importante de todo es que los propios docentes se
tienen que creer y convencer que su labor es fundamental para el futuro de las
personas a las que enseña, que todo cuanto acontece alrededor de la enseñanza
son añadidos propios de cada etapa y que no niego que en la actualidad puedan
aburrir y desmoralizar a los profesionales docentes cuando están viendo y
sufriendo infinidad de situaciones que
les superan y ellos no pueden controlar, ni tienen las herramientas necesarias
para solucionar los infinitos problemas que acontecen diariamente. Pero es la
profesión que hemos elegido, con sus ventajas y con sus inconvenientes.
Generalizar no es bueno, pero hay
que señalar las metas hacia dónde queremos llegar en esta nueva etapa
que nos está tocando vivir. Reconocemos que en las facultades universitarias no
se les dan todas las herramientas para sobrellevar esta y cualquier situación
que nos venga, pero tenemos que apechugar con ello, porque somos conscientes
que los alumnos son la materia prima con la que trabajamos y son innumerables
los objetivos que tenemos que alcanzar con ellos y por supuesto que las
familias deben hacer su función en casa, para que los docentes puedan trabajar
en los colegios.
La educación que conocemos ha
evolucionado con las incorporaciones externas e internas que han revolucionado
el mundo actual. El entorno de internet y todas sus herramientas, así como la
irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), están provocando un auténtico
revuelo que se tendrá que asentar en una educación basada en lo que realmente
necesitan los seres humanos y no en lo que nos puede dar la IA.
Además de trabajar las
destrezas básicas de matemáticas, lengua, idiomas y cultura general, etc. se
tendrá que fomentar aspectos que serán necesarios para el desarrollo de los
jóvenes en el mundo laboral, como son la creatividad, el pensamiento crítico y
la curiosidad. Debemos cambiar el chip que se tiene de estudiar para aprender y
no para aprobar, ese ha sido el gran lastre con el que nos hemos topado durante
generaciones y que no se ha conseguido erradicar.
Desde las etapas tempranas se
deberían trabajar las emociones, así como unas buenas herramientas de
comunicación para poder producir en equipo y saber colaborar. Debemos humanizar
la educación en beneficio de todos, no solo de algunos.
No hay que irse muy lejos para
ver las atribuciones de los docentes del siglo XXI, tan solo consultando en
Google señalan infinidad de ellas:
·
Debe ser un guía, orientador, acompañante,
mentor, tutor, gestor del aprendizaje, facilitador, dinamizador o asesor
(Viñals y Cuenca 2016)
·
También tendría que tener cualidades como responsabilidad,
flexibilidad, preocupación, compasión, cooperativismo, creatividad, dedicación,
empatía y cautivador.
·
Compromiso con la capacitación y
superación permanentes, con el aprendizaje de sus alumnos y en este empeño es
un investigador en la búsqueda de soluciones a los problemas pedagógicos; es un
maestro de la vida, que coloca en el centro de su vocación los valores de la
educación.
Además, en otras publicaciones
en la red señala que los docentes del siglo XXI deben tener las siguientes
competencias:
· Responsabilidad moral y
cívica.
· Preparación máxima para
facilitar el aprendizaje de los alumnos.
· Preparar con tiempo los
contenidos y materiales didácticos para mejorar la práctica docente.
· Ser tolerante.
· Debe ser justo e
igualitario, las actitudes deben ser coherentes con el discurso.
· Abrirse a las
preguntas.
· Involucrar a los
estudiantes en el aprendizaje de sus materias.
· Compartir historias.
· Aprender y aplicar
nuevas tecnologías.
Todas estas atribuciones y
competencias, dan lugar a un docente que debemos tender todos, a pesar de ser
conscientes de nuestras limitaciones personales y profesionales. Lo más triste
es que la mayoría de esas competencias no se aprenden en la universidad, sino a
través de la experiencia y del buen hacer diario en el aula, con grandes dosis
de humildad para saber aprender de los errores, reconociendo que cada día se
puede hacer mejor por el bien de nuestros alumnos.
Llegar a alcanzar todos y cada
uno de esos objetivos, requiere no solo una formación orientada hacia esas
metas, sino también cualidades personales y profesionales que se tienen que
trabajar desde pequeños en el seno familiar. Es una profesión de vocación, (no
pensando en vacación). Lo que quiero señalar es que no todos estamos en
condiciones de ejercer como docentes, porque además de estudios, se requiere
algo que no está en los libros, y es querer a los alumnos pequeños y grandes.
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