Familia de Carlos IV obra de Francisco de Goya y Lucientes pintado en el año 1800 que se encuentra en el Museo del Prado. Madrid |
Artículo publicado en la página 26 el miércoles 07 de noviembre de 2018 en la sección de opinión del periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria.
Toda la vida ha existido en
cualquier grupo humano la rumorología, eso es innato a determinados agrupamientos
de personas que coinciden y conviven físicamente y tienen algún tipo de
contacto a través de la comunicación.
Partiendo de la premisa
expuesta en la que señalamos que existen vías de información alternativas a la
habitual que puedan generar malestar en cualquier ambiente y organizaciones de
la índole que sea, tenemos que decir que siempre han existido los comentarios
mal intencionados en todos los grupos humanos, pero hoy en día se están
potenciado por las herramientas y modelos que nos están llegando por distintos
medios de comunicación y redes sociales, que han originado que existan personas
cuyo único objetivo consiste en buscar la enemistad y el distanciamiento entre iguales,
todo lo ven negativo y si no lo hay lo inventan, no aportan nada constructivo
si no se hace lo que ellos dicen, lo que pretenden es hacer prevalecer su
opinión a cualquier precio, lo importante es que le escuchen a cualquier precio
y se hable de él o ella, le da igual las víctimas inocentes a las que
despellejan sin piedad.
Muchas veces esa rumorología
es por dar crédito a informaciones mal intencionadas y sesgadas, sacadas de
contexto y que le dan una credibilidad sin fundamento, sin ir más lejos, lo que
hoy también conocemos como el fenómeno de las “fake news” en todos los ámbitos
de nuestra sociedad, que están generando falsas realidades intencionadas y nos
encontramos a personas que solo vivan de esa manipulación de la realidad sin
contrastar por carecer del carácter necesario para no seguir ese juego.
Me voy a centrar en esas
personas que por motivos personales interesados y con fines dañinos en la
mayoría de los casos, son capaces de crear una marea de opiniones contrarias a
la realidad objetiva y contrastada, y que buscan hacer un daño enorme de forma
intencionada a la credibilidad reputacional de cualquier organización sea
educativa o de cualquier índole.
En el mundo educativo, hay que
señalar que los colegios para las familias no solo se han convertido en centros
de educación y formación para sus hijos, sino en un lugar de confluencia de
padres y madres, en los que surgen infinidad de relaciones, que en los momentos
de entrega o recogida de sus hijos, como en los cumpleaños y otras
celebraciones de sus hijos aprovechan para relacionarse y hablar, porque dentro
del menú de degustación del festejo, una vez que sus hijos están ocupados con
la merienda y los juegos, se agrupan por afinidades para entablar con el resto
de familias invitadas uno de los temas estrella de conversación que es poner a
las patas de los caballos a los profesores y al colegio de sus hijos, a los
hijos de otros padres, a otros padres, en
resumidas cuentas, a todo aquello que puedan cuestionar sin verificar siguiendo
aquella máxima de: “difama que algo queda”.
Podemos intentar entender el
motivo de esos comentarios en personas que no tienen ningún cariño ni apego por
el colegio y los profesores que están educando a sus hijos y que además
utilizan las redes sociales para difundir sus realidades manipuladas, y que lo
mejor que haría sería cambiar de colegio, pero daría igual, seguirían haciendo
lo mismo en cualquier centro que fueran.
Normalmente cuando alguien se
ampara en la masa para que le den la razón, sabemos que no es el argumento para
conseguir lo justo, lo legal y lógico. A veces comprobamos como son capaces de
manipular a los grupos por intereses exclusivos con la finalidad de que, si
ellos o sus hijos no pueden tener lo mismo que otras familias, son capaces de
tergiversar la verdad para buscar adeptos, y no afrontar el problema real que
tienen en su casa y querer salirse con la suya.
Lo más triste es que por mucho
que digamos, esas personas tóxicas seguirán pululando a nuestro alrededor,
estropeando todo lo que tocan y justificando sus actuaciones como un derecho de
libertad de expresión, antiguamente las llamaríamos envidiosos y chismosos de
pacotilla y se les tenía identificados y señalados.
Con el esfuerzo, la
experiencia que nos ha dado la historia y la educación hemos creído que la
sociedad evolucionaría de forma lógica hacia una mejora de las personas, sus
relaciones y su entorno, pero nuestra realidad es otra muy distinta, porque por
mucho que luchemos para cambiar el mundo, cada vez lo hacemos peor desde los
países que presumimos de ser democráticos con más o menos antigüedad en estas
lides, pues desde las democracias hemos puesto en el poder a dictadores y
salvadores de la patria aprovechándose de la mentira , el engaño y la
manipulación de la información. Sinceramente tengo que decir: ¡qué mierda de
mundo les estamos dejando a nuestros hijos!