Las Tres Gracias de Niki de Saint Phalle 1994 |
Publicado en la página 47 de la sección de opinión del periódico La Provincia el viernes 5 de diciembre de 2014.
Con el paso de los años, hemos visto como la educación ha pasado de mano en mano, como una falsa moneda, sin dejar nadie claro el modelo consensuado que todos los españoles queremos para nuestro país. Llega un partido y hace un proyecto, luego viene otro y lo tumba y así vamos a estar, hasta que la ciudadanía cansada de tanta manipulación partidista diga ¡basta ya! Los colegios y las personas que trabajan en ellos, están a expensas de todas las disposiciones que les afecten para cumplir con la normativa. Pendientes siempre de los cambios que repercutirán a sus alumnos y al proyecto educativo de su centro. Si decimos que los contenidos mínimos son importantes, señalar que la educación emocional y los valores que deben adquirir los niños desde el inicio de la escolarización entre la familia y la escuela, son tan importantes o más que haber adquirido determinados conocimientos.
Un proyecto de dirección para un centro educativo del siglo XXI, tiene que estar abierto a las necesidades de la sociedad, se basa fundamentalmente en potenciar a través del equipo docente las aptitudes y capacidades de todos los alumnos, aplicando a través de un aprendizaje colaborativo, alcanzar los verdaderos objetivos de la educación, que se vinculan con la formación de personas con valores positivos y estableciendo las herramientas para que los alumnos adquieran los conocimientos y destrezas necesarias, para que puedan desarrollar mediante la práctica todo aquello que han asimilado.
El alumno debe ser el protagonista de su aprendizaje y el maestro debe ser el orientador que le acompaña a lo largo de su etapa escolar, potenciando la autonomía de sus alumnos y trabajando valores de forma conjunta con las familias, para que de esta forma se corresponsabilicen en la formación de sus hijos.
Entiendo que no se puede estar dirigiendo un colegio como hace tan solo 5 años, o más, tenemos que ir adaptándonos todos a los nuevos tiempos, con las metodología y pedagogías más adecuadas para nuestros alumnos y con un Proyecto Educativo abierto a la realidad social, que sirva como modelo y guía para conseguir educar a buenas personas responsables y con valores. Pudiendo conseguir por un lado tener a nuestros alumnos más felices en el colegio en todas las etapas, y por otro lado que consigan interiorizar los contenidos de forma más comprensiva y menos memorística, adaptándose a las necesidades de cada uno, para que se pueda llegar a la auténtica personalización de la enseñanza. Puede parecer complicado, pero es una labor de todos si realmente queremos cambiar este modelo caduco de educación.
Si partimos que cada alumno es un mundo y debe atendérsele como tal, tenemos que poner todos los medios que están a nuestra disposición para alcanzar ese objetivo. Hay que ir hacia una educación inclusiva, en donde todos los miembros de la comunidad educativa contribuyan en la educación de los alumnos, respondiendo así a la diversidad y participando en un proceso de aprendizaje permanente.
Sería ideal que todos quisieran anhelar el conocimiento y la formación integral para poder mejorar como personas. Hay que promover un colegio que sirva como referente y modelo, para que los alumnos y sus familias se sientan orgullosos y agradecidos del centro de estudio.
Hay que potenciar la búsqueda de una escuela sostenible, abierta a la comunidad, en donde los principales protagonistas sean todos los miembros que participan en la educación de los alumnos como son las familias, profesores, colegio, instituciones y sociedad en general.
Entiendo que debo ser ambicioso en el proyecto para educar a los alumnos de una sociedad globalizada, que pretendemos que sea más justa, solidaria, honesta, preparada para cualquier contratiempo y con unos valores ciudadanos que ayuden a levantar el país y sirvan como modelo para las futuras generaciones. Está claro que la realidad nos hará centrarnos en aspectos puntuales y replantearnos algunos procedimientos para la consecución de la meta final. Sin utopía no hay futuro, y sin sueños no hay creatividad. Aspirar a ser más, ayuda a trabajar con ilusión y creer que se pueden superar los obstáculos, la meta siempre será un sueño que se puede alcanzar, como poder llegar a ser los mejores en nuestro desarrollo, más felices y competentes en aquello que nos propongamos.
De nada sirve andar por la vida pensando en los límites y fronteras al desarrollo personal, pues nadie sabe cuáles son las limitaciones al razonamiento y las capacidades del ser humano. Ser ambicioso en cuanto a los deseos positivos para la educación es bueno, lo contrario supondría volver a los orígenes turbios y hegemónicos, en donde prevalecía el orden impuesto por la fuerza en contra de la razón y la comprensión.
Forjemos colegios para el futuro, en donde nuestros principales protagonistas que son los alumnos, aprehendan y disfruten con el conocimiento, potenciando las capacidades que les permitirá hacerse cada vez más libres y autónomos, ayudándoles a romper las antiguas y futuras cadenas, mediante la reflexión y el razonamiento crítico.
En educación durante muchos años, hemos estado nadando por aguas cenagosas, quizás demasiado tiempo, proyectando un espejismo irreal, al amparo del crecimiento económico cuando se disfrutó de la bonanza auspiciada por una política que potenciaba la cultura del ladrillo, y en épocas anteriores a ese auge debido a que nuestro orgullo patrio, no nos permitía mirar más allá de nuestras fronteras, lo que no ha ayudado en nada para las generaciones de alumnos que han salido de los centros educativos y de las universidades en estas últimas décadas.
Para cambiar el modelo educativo hacen falta personas con voluntad, decisión, consenso, conocimientos sobre la materia, con miras de futuro, tolerantes, honestas, creativas, sensibles, con capacidad de ponerse en la piel de los demás para ser coherente con el proyecto que se quiere para este país y otras cualidades que nos ayuden a crear las bases de una España con optimismo, esperanza e ilusión.
Frescos de la cámara de los esposos en el Palacio Ducal de Urbino, obra de Andrea Mantegna 1465-74 |
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