lunes, 31 de marzo de 2014

¿SABEMOS ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS, PARA QUE APRENDAN DE LOS FRACASOS?

El David obra de Gian Lorenzo Bernini 1623

*Ignacio Pardo Luzardo
Publicado en el periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria 14.03.2014
http://www.laprovincia.es/opinion/2014/03/14/ensenar-aprendan-fracasos/595939.html

Hace tiempo pude leer en el “MailOnline”, que el director de uno de los colegios más prestigiosos del Reino Unido, hacía una crítica a las familias por la creciente obsesión que estas tenían para que sus hijos obtuvieran las calificaciones más altas, para poder acceder a las mejores universidades del Gran Bretaña, generando una enorme presión académica sobre los alumnos y descuidando otros aspectos educativos que son más integrales y básicos en la vida.
Una cuestión importante que dijo el Sr. Harman, es que los alumnos cada vez son más incapaces de manejar el fracaso y señala que las familias “en lugar de centrarse solo en los resultados académicos, los padres deberían ayudar a sus hijos desde pequeños a aprender a fracasar, para que de esta forma puedan aprender de sus errores, ser más autosuficientes, ingeniosos, competentes y confiados”.
Está claro que todo lo que señaló el Sr. Harman sobre las orientaciones que dan a las familias de sus alumnos, son asumidas totalmente para las familias de nuestro país y quizás para el mundo occidental desarrollado. Vemos en estas últimas décadas como actúan los padres y madres con sus hijos desde que son pequeños hasta casi la adolescencia y si me apuran, unos años más, evitando que los niños aprendan de forma natural procesos de la vida indispensables para saber actuar de la forma conveniente en cada ocasión.
Muchas veces las familias no están dejando espacio para que sus hijos se equivoquen, porque piensan que los niños se pueden frustrar si lo hacen mal, y la alternativa de los padres es que lo hacen todo por ellos, o evitan acciones que suponen para el hijo un sacrificio personal necesario para su aprendizaje, para que tenga más tiempo de juego, o que terminen antes, dejando de lado enseñanzas que da la vida, esas que no están escritas en ningún libro y que hasta que no las vivan en propia piel, no las van a interiorizar y de nada sirve que los adultos les digamos: “que eso no se dice”, “que eso no se hace” o “que eso no se toca”, ellos tienen su propio ritmo de aprendizaje, que tienen que ajustar en función de sus propias experiencias.
Hoy en día son muchos los padres y madres que piden orientación en todo lo concerniente a la educación de sus hijos, porque están muy perdidos, cada vez se les exige más a los colegios a través de las tutorías y a sus profesores para que se involucren en instruir a las familias sobre lo que se debe o no hacer con sus hijos en aspectos que trascienden a la propia enseñanza colegial, reclamando Escuelas de Padres y los colegios, conscientes de esa realidad, cuelgan en sus páginas web sugerencias generales de actuación para aspectos muy puntuales, señalando características generales de cada etapa evolutiva. Pero cada familia y su hijo es un mundo y son muchos padres a los que cada vez les cuesta más mantener una decisión ante el poder enorme que su hijo ha ido adquiriendo en el entorno familiar, por no saber decir no a tiempo y saber mantenerse. A veces ese poder ejercido por el hijo en el seno familiar, con el paso de los años ha generado en violencia física o psicológica hacia sus progenitores, y por mucho que nos pese, es una realidad de la que nadie puede sentirse orgulloso, más bien lo contrario. ¿Acaso no hemos visto como de esta lamentable situación de desorientación en la formación de sus hijos, que están viviendo muchas familias en una escala determinada, se han hecho programas de televisión, que cuando los vemos, nos escandalizamos por el contenido de lo que  estamos viendo y a la vez pasamos vergüenza ajena y no damos crédito de lo que sucede en cada una de las familias protagonistas de los mismos? Cuando uno no sabe, lo mejor es pedir ayuda a profesionales, pero hay una enseñanza que da la vida y es que los trapos sucios se lavan en casa, el airear a los cuatro vientos lo que hacemos o dejamos de hacer en el hogar familiar no es bueno para nadie de esa casa.
Por otra parte, no hace mucha falta que tengamos que ver programas de televisión para darnos cuenta de la generalización de esa falta de valores, y de educación que se está produciendo hoy en día, solo hay que salir a la calle y ver el trato que algunos dan a nuestros mayores, su vocabulario, la forma que tienen de dirigirse entre ellos, las modas según estereotipos, parecen clones de modelos importados de otras culturas y países. A veces da miedo pensar, que en un futuro, alguno de ellos serán los que puedan llevar las riendas de una empresa, o que puedan llegar a ser los representantes políticos de unos ciudadanos. Comento esto, porque por desgracia, sabemos por experiencia, que no siempre los mejores preparados, son los que ocupan los cargos de responsabilidad en una sociedad tan competitiva como la nuestra.
Queramos o no, nos estamos equivocando en la forma de educar a nuestros hijos y estos errores tienen consecuencias que se verán a largo plazo, por lo que para evitar que sigamos cayendo en estas equivocaciones, se han elaborado distintas pautas prácticas dirigidas a los padres y que pueden ayudar con respecto a la educación de sus hijos desde edades tempranas, y que son las siguientes:


No anticiparse a los errores para evitarlos. Analizar junto con su hijo lo que ha ocurrido, qué se ha hecho de forma correcta y qué se puede mejorar.

Si necesita ayuda su hijo, hay que averiguar qué es lo que realmente demanda. Quizá lo que pida no coincida con el apoyo que se le iba a ofrecer.


Permitir que sus hijos se desenvuelvan solos, aunque tarden en hacer las cosas.


Darle pequeñas responsabilidades acorde a su edad para cumplir sin la necesidad de que, posteriormente, haya un adulto presente (recoger los juguetes, dejar la ropa en el cesto, bajar la basura, hacer la cama...).


Favorecer sus relaciones sociales con los iguales para potenciar el desarrollo de su personalidad en otro contexto que no sea el familiar.


Ante las situaciones de miedo, en lugar de evitarlas, hablarles de lo que va a pasar y transmitirles apoyo. De esta forma su ansiedad disminuirá.


Proteger a los niños de los peligros reales pero sin llegar al extremo de convertirles en unas personas miedosas.


Hay que recordar que nuestros hijos no nacieron con manual de instrucciones para seguir según sus edades y momentos. Hoy en día cualquier ayuda que contribuya a mejorar la educación de los niños se agradece, porque hay muchas familias que han perdido los modelos o no se han sabido adaptar a los nuevos tiempos de cambio, tolerancia, respeto, coherencia con sus ideas, pluralidad, autoridad no autoritarismo, saber escuchar, dialogar y sobre todo querer a los hijos porque son lo más grande que tenemos.

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